Justo mañana, 13 de octubre, serán 32 años de cuando el entonces Instituto Ecuatoriano de Electrificación alertó al presidente Sixto Durán-Ballén que se venía lo peor, como consecuencia de una sequía “sin precedentes”. Los ojos del país miraban hacia el embalse de Paute, como ahora se habla de Mazar, y la esperanza era que llueva lo suficiente para que sus turbinas vuelvan a generar lo necesario para abastecer al país.
En 32 años, y 10 presidentes después, parece que el Ecuador no ha aprendido nada, y la lluvia-dependencia en el sector eléctrico persiste intacta, a pesar de las megaobras y de los rimbombantes anuncios de megainversiones en los sectores estratégicos que se hicieron hace alrededor de una década.
Habla muy mal de sociedades como la nuestra que no haga de cada crisis un aprendizaje y que, con ese antecedente, sigamos padeciendo cada vez que los ríos se secan. Que no se haya hecho un estudio serio de la verdadera funcionalidad de las hidroeléctricas en los sitios donde han sido levantadas, incluida la más reciente de Coca Codo Sinclair. O se trataron de grandes negociados que se llevaron a cabo, contra viento y marea, en beneficio de quienes buscaban su ganancia y no la del país.
En aquel entonces, 1992, a poco de su aterrizaje en el poder, Durán-Ballén tomó una muy dura medida que pasó a la historia como “la hora sixtina”, que consistía en adelantar una hora al reloj nacional para “aprovechar” la luz solar y evitar en buena medida los apagones, que sin embargo también se tomaron sobre todo en instituciones públicas. Aunque consta como un éxito de su gestión, ese adelanto de hora tuvo un altísimo costo, como fue la pérdida trágica de uno de sus ministros, Pedro Zambrano, que por llegar a tiempo a Quito se arriesgó a volar en una avioneta que, entre la nubosidad, se estrelló contra un edificio en el sector de la Gonzales Suárez. Anciano bueno montado en el poder, Sixto pediría luego perdón a los niños que debieron estar en clases a las 06:00, como si ya fueran las 07:00.
En estas tres décadas se nos vendieron como soluciones parques eólicos, como los que se han montado en Loja y Azuay; se dijo que con Coca Codo a plenitud hasta íbamos a vender energía. Tanta energía sobraría que hasta se obligó, literalmente, a hogares humildes a cambiar la cocina a gas por una de inducción, que les ahorraría dinero con una tarifa preferencial. Les cobraron las cocinas de inducción prorrateadas en la tarifa eléctrica y ahora estas son parte del mobiliario que ya no utilizan esos hogares donde todo es escaso. Se exoneró de impuestos a los carros eléctricos también para impulsar el destete de los combustibles fósiles y algunos de esos vehículos de alta gama para hogares también de alta gama han llegado al país.
Triste aniversario el de mañana. En 1992, el gobierno recién empezaba. El de ahora está en plena campaña de reelección. Si miramos esa sequía como antecedente natural fiel, recién a fines de enero de 1993 volvió a llover y los caudales se normalizaron en las hidroeléctricas. Si ocurre igual ahora, ya no servirá para los comicios del 9 de febrero. O Noboa lo resuelve o no llegará ni a segunda vuelta. (O)