¿Cuántas palabras se pueden decir en 25 segundos? ¿Serán suficientes para hilvanar una frase coherente que corone un mensaje y llegue tan profundo en la mente y el corazón del receptor hasta hacerlo decidir el voto? Haga usted la prueba, use el cronómetro de su celular y lea pausadamente por 25 segundos. Frustración, enojo, despojo y toda una serie de sensaciones podrían quedarle. Pues esos 25 segundos rígidamente cronometrado son los que tendrán mañana cada uno de los candidatos a la Presidencia de la República para dar su mensaje inicial, y una hora y media después el mismo tiempo para el mensaje final, en el mal llamado debate que se cumplirá en dos tandas.

Y si sumamos los “45 segundos” para esto, “30 segundos” para aquello y las también mal llamadas “interpelaciones” de “15 segundos”, vamos sin duda más que en búsqueda de un presidenciable que sorprenda y convenza, de uno que intente lograr un golpe de efecto que rompa ese bipolaridad que aparentemente se ha tomado desde el inicio las preferencias presidenciales, entre el candidato presidente y la candidata correísta.

Quien aprobó esos tiempos y ese formato de mensaje, más parecido a los programas concurso de conocimientos de antaño, no quiere realmente servir a la democracia y hacer un votante mejor informado, como se pregona en la formalidad. Quiere, en el mejor de los casos, cumplir con un requisito que la misma política puso a regañadientes como obligatorio en el proceso electoral, y que como tal debería ser mejor aprovechado en beneficio de la democracia.

Tal como pinta todo, y con un sorteo que separó a los candidatos favoritos de grupo, preveo que el mal llamado “debate” concentrará en buena medida la andanada de ataques de los candidatos menos favorecidos en las encuestas, contra el que va adelante, en busca de esa frase, gesto o exabrupto que pueda derivar en alguna ganancia. Y los “punteros”, a más de defenderse de los cuestionamientos, buscarán también la forma de afectarse el uno al otro, en los escasos espacios que les da la dictadura del cronómetro.

En medio de todo esto, dos respetables colegas, una de ellos venida de muy lejos para la ocasión, cuyo protagonismo se limitará, en buena medida, a anunciar los tiempos con cierre de micrófono incluido. Es evidente que de los colegas moderadores solo buscan la imagen y la solemnidad que puedan dar al evento, porque la tarea para la que han sido convocados bien podrían desarrollarlas eficientes secretarias. O unas parvularias.

Pese a todo hay que sentarse mañana las tres horas que anuncia la jornada a mirar y escuchar con atención lo que se pueda rescatar de esas dos tandas, sin duda intensas, de 8 candidatos cada una. Tres ejes temáticos y 60 preguntas que esperemos sean las obligatorias, casi obvias, y motiven las respuestas por las que estamos ávidos los ecuatorianos que creemos y queremos a este país. Que ni el público televidente ni los moderadores se estresen si los candidatos se exaltan y contradicen frontalmente, porque solo entonces habrá rasgos de un debate y de esos momentos álgidos suelen salir interesantes conclusiones. (O)