Empatía es el elemento fundamental de la comunicación actual. Sentir, sufrir, acompañar o estar eufórico juntos emisor y receptor hoy, más que nunca, es la clave del éxito de un mensaje, sea este fúnebre o celebratorio. Es, en una frase ya harto usada, el ponerse en los zapatos del otro, para poder comunicarse entre iguales, con fluidez.
Esto que digo no es un descubrimiento. Ni siquiera es una estrategia nueva, experimental de gobernantes que la vienen usando con diversos niveles de éxito. A estas horas está recontraprobado que funciona y muchas veces ni siquiera requiere de tantas palabras, mas sí de gestos emotivos, que hagan clic con la gente. Sobre todo cuando hay una tragedia.
La crisis de los apagones que atravesamos es una tragedia. Para gran parte de la población lo es porque nos ha afectado en los hogares, en nuestra confianza para protegernos del delito; en nuestras actividades profesionales; nuestros negocios pequeños y grandes, y todo redunda en un deterioro inusitado de nuestra calidad de vida, afectada horrendamente por el estado catatónico que cada día, la mitad del tiempo, provoca el apagón.
Y allí, donde hay miles, millones de zapatos en los cuales ponerse, no han aparecido los pies del jefe de Estado a decir, sin necesidad de emitir palabras, que sabe y entiende lo que muchos están sufriendo; que busca como desesperado una solución que devuelva la calma a ese padre, ese hijo o ese empresario, chico o grande, que sienten que se desvanecen entre las tinieblas sus sueños, su sustento, su seguridad.
El segundo concepto comunicacional que va de la mano de la empatía es la solidaridad, otra de las grandes ausentes. Y luego, el tercero: confianza, el más radical de los elementos de la comunicación de siempre, el más ingrato y si se quiere, injusto, desde la óptica de muchos: si se pierde puede ser irreversible. Y todos ellos son, repito, jugadores clave en esta nueva comunicación que ha acercado tanto a sus actores y audiencias, que ya son una comunidad interactuante.
No entiendo por qué desde Carondelet no se aplican estos elementos comunicacionales que, repito, no son nuevos, y ya han dado muestra de eficacia. Y entonces escuchamos, porque aparecía a los tiempos en cadena, al presidente hablar de detección satelital de sembríos de droga, cuando lo que queríamos escuchar era algo esperanzador sobre el retorno de la energía; luego en el campo, con unas gafas que lo alejan más de su audiencia, anunciar condonación de créditos, cuando seguimos queriendo saber qué va a pasar con la energía. Y cuando finalmente lo escuchamos abordar el tema que nos ocupa, el único válido e ineludible de la última quincena, lo hace en una distante cadena nacional, con sonrisas (¿?), bandera y salón amarillo incluidos, y con un error semiológico básico: poner a su mismo nivel a dos ministras que solo eligió él, como en una especie de triunvirato que se repartió un mismo discurso. Imagen que siembra más dudas.
El reloj electoral condiciona muchas acciones del presidente-candidato. Esperemos que las estrategias se revisen y se logre combinar urgentemente política electoral con ejecución gubernamental. (O)