La contundente victoria de Daniel Noboa en las urnas hace pocos días envía un mensaje claro: Ecuador no quiere regresar al pasado, sino avanzar hacia adelante. Con un margen histórico de más de 11 puntos, equivalente a alrededor de un millón de votos, los ecuatorianos dejaron claro que el país quiere un nuevo rumbo. Esta mayoría aplastante (que, pese a los tristes lloriqueos de los mismos de siempre, simplemente no puede ser explicada por ningún tipo de supuesto fraude) representa más que un voto de confianza en el presidente; es también, quizá más aún, un voto de rechazo al retorno del correísmo y a sus viejas formas de operar, manipular y dividir. Es por ello que sería un error trágico interpretar esta victoria como un “cheque en blanco”. Todo lo contrario. Ecuador ha hablado, sí, pero lo ha hecho con una exigencia implícita: queremos un cambio, pero no cualquier cambio. No queremos regresar al autoritarismo disfrazado de eficiencia, ni a los insultos desde el poder, ni a la persecución judicial como herramienta política. En Ecuador no queremos volver al cinismo, a la opacidad institucional ni al secuestro del Estado por parte de caudillos y sus cortes de aduladores. Queremos algo distinto. Queremos respeto, transparencia y un Gobierno que sirva, no que se sirva del poder.

Noboa gana, y con él, el beneficio de la duda

Por eso ganó Daniel Noboa. Porque, aunque aún joven y relativamente inexperto, se presentó como la única alternativa real para finalmente enterrar un pasado tóxico de confrontación, polarización y abuso. Pero el verdadero desafío comienza ahora. Gobernar un país en crisis –económica, institucional y social– no es tarea menor. Mucho menos cuando las esperanzas están tan altas y el margen de error es mínimo. La ciudadanía ha apostado por un nuevo liderazgo, pero ese voto viene acompañado de una exigencia: firmeza sin prepotencia, eficiencia sin atropellos, gobernabilidad sin corrupción.

Daniel Noboa Azín II

La tarea que los ecuatorianos encomendamos al presidente electo Daniel Noboa Azín el pasado domingo, 13 de abril, por lo tanto, no solo consiste en enterrar políticamente al correísmo como movimiento, sino también en extirpar del aparato estatal y la política las prácticas que lo hicieron detestable para el 55 % del electorado en primer lugar. Eso significa respetar la independencia de poderes, proteger la libertad de prensa, garantizar procesos judiciales justos y, sobre todo, ejercer el poder con humildad y responsabilidad.

Noboa está al frente

Una mayoría como la que ha obtenido no debe ser usada para avasallar, sino para construir. El mandato no es solo derrotar al pasado, sino inaugurar una nueva etapa en nuestra vida republicana que no repita sus errores, que no recaiga en sus tentaciones. Daniel Noboa Azín tiene la oportunidad histórica de convertirse en un presidente que rompa verdaderamente con el ciclo de liderazgos personalistas y demagogos que han sumido a nuestro país en el atraso y subdesarrollo. Pero eso dependerá no de su popularidad momentánea, sino de su capacidad para escuchar, corregir y gobernar con altura.

Señor presidente Daniel Noboa, el pueblo lo está mirando. Y la historia también. (O)