Este mes celebramos el Día del Niño y el Día del Padre. Curiosa coincidencia. Hace poco supe de un papá que afirmaba que no le importaba si sus hijos comían o pasaban necesidades económicas porque, como no viven con él, no era su problema. “Que resuelvan”, decía. También conozco hombres que han adoptado emocionalmente hijos desde el corazón y velan por ellos, aun sin ser de su misma sangre. Hay tantos tipos de padres como distintos seres humanos somos, pero cuando descubro paternidades irresponsables, egoístas y pusilánimes, siempre me pregunto: ¿qué pasó en su niñez?

Estoy convencida de que somos el resultado de los niños que fuimos. La forma por la que transitamos en la niñez marcará las pautas de nuestro comportamiento en la vida adulta y será el referente para luego educar a los hijos que tengamos. Esto puede convertirse en un bucle infinito de errores o un cambio de rumbo; dependerá de la madurez de cada uno. Recuerdo la historia del padre alcohólico que tuvo dos hijos; con el pasar de los años, uno de ellos se volvió alcohólico, y el otro, un empresario exitoso, padre amoroso y esposo fiel; cuando les preguntaron a ambos el porqué de su destino, ambos tuvieron la misma respuesta: “Porque mi padre fue un alcohólico”. Es decir, elegimos repetir los errores o girar el timón.

De esta manera, siempre será interesante mirar el pasado de la gente para poder comprender ciertos comportamientos que resultan insólitos desde una perspectiva de amor, respeto y cuidado. Por tanto, creo que es fundamental regresar los ojos a los niños y esforzarnos para que reciban todo el amor que merecen; esto con el tiempo se volverá una cadena de actos positivos, generosos y empáticos dentro de la sociedad. La familia es el primer lugar donde el niño aprende a vivir en comunidad. Como adultos, es nuestra responsabilidad ser el ejemplo que construya y no el elemento que destruya autoestimas y amor propio en los más pequeños.

Arthur y los otros...

Impaciencia

Creo que este mes debería llevarnos un poco a la reflexión y tener presente que las cosas materiales nunca serán reemplazo para los momentos que nuestros pequeños necesitan de nosotros. Tengamos claro que nadie está demasiado ocupado para compartir tiempo con quienes ama y que, aunque sean pequeños, ellos siempre están mirando lo que hacemos para, con el pasar del tiempo, replicar nuestras actitudes.

Por tanto, detengamos nuestro paso y veamos qué es lo que estamos enseñando, hacia dónde queremos que nuestros hijos caminen. ¿Estamos enviando las señales correctas? ¿Estamos actuando de la manera en que quisiéramos que nuestros hijos actúen en el futuro? ¿Nuestros hijos merecen el trato que les damos? Todavía estamos a tiempo. Siempre es un buen momento para cambiar las actitudes equivocadas, sanar heridas y cambiar el destino. Recordemos que somos lo que hacemos, no lo que decimos que haremos.

Finalmente, agradezco tener en mi vida hombres que son orgullo y ejemplo para sus hijos. Celebro con ellos y con los padres que se toman en serio su responsabilidad. Corolario, replico las palabras de Joseph Joubert: “Los niños necesitan modelos en lugar de críticos”. (O)