La Sharia es un término que acostumbramos oír normalmente en relación a eventos bélicos o violentos y, por tanto, para los no musulmanes, especialmente en Occidente, despierta sentimientos rara vez positivos, ya que suele evocarnos imágenes de castigos vinculados al extremismo religioso, o en relación a actitudes que consideramos impropias de un estado de derecho occidental. Pero ¿qué es realmente la Sharia?
Creo que cualquier persona consciente de que vivimos en un mundo global y diverso comprenderá que el entendimiento de este concepto le permitirá aproximarse a una comunidad en expansión tanto en Occidente como en el resto del mundo, así como participar de alguna manera en debates muy de actualidad como son la gestión de la diversidad o el respeto de la libertad religiosa, pero, sobre todo, desde mi punto de vista, mejorar la convivencia entre musulmanes y no musulmanes.
La Sharia no es otra cosa que el cuerpo de derecho islámico. Sin embargo, no se trata de un corpus juris civilis o body of law, sino más bien debemos entender la Sharia como una referencia a una amplia gama de principios éticos y morales extraídos del Corán (libro sagrado de los musulmanes) y de las prácticas y dichos del Profeta Muhammad, llamados hadices. Estos amplios principios son interpretados por los juristas para proponer decisiones legales y prescripciones morales específicas.
El conjunto de estas decisiones legales que surgen de la interpretación de la Sharia se conoce comúnmente como ley islámica o “fiqh” en árabe. Por tanto, debemos tener en cuenta que la ley islámica es el resultado de la actividad intelectual humana y, por definición, falible y cambiante. Evidentemente esta no es entendida por los musulmanes como la palabra de Dios, como sí se entiende que lo es el Corán, sino algo creado por personas interpretando la palabra de Dios y las acciones y dichos del Profeta.
Como se puede deducir, existe una distinción entre estos dos conceptos: la Sharia en sí misma y las conversaciones en torno a tratar de entender la Sharia, que es la ley islámica.
El Profesor Rumee Ahmed de la Universidad de British Columbia establece claramente esta distinción cuando arguye que “la diferencia entre la Sharia y la ley islámica siempre debe tenerse en cuenta. En resumen, la Sharia es el ideal divino y la ley islámica es un intento humano de capturar el ideal. La distinción es crucial”.
Tal vez sea interesante explicar brevemente la historia del islam para entender cómo surge la Sharia.
El Profeta Muhammad o Mahoma , fundador del Islam, nació en el año 570 de nuestra era en La Meca, actual Arabia Saudí, y de acuerdo con la religión musulmana es a él a quien Dios le revela el Corán a partir del año 610, a sus cuarenta años. Por tanto, los primeros musulmanes podían dirigirse a éste para solventar cualquier duda y seguir su ejemplo y guía. Pero una vez que Mahoma y sus contemporáneos desaparecen, la gente siguió necesitando de respuestas o patrones ante muchas situaciones. Estos patrones y principios se juntaron en un sistema, junto con reglas específicas en el Corán y los hadices, para que la gente pudiera encontrar las respuestas a sus preguntas.
Hay que entender también que aquellos que unieron las interpretaciones tradicionales de la Sharia incluyeron algunas otras cosas, como fueron las prácticas comunes de su época y las prácticas culturales de su área del mundo. Por tanto, no debemos entender la Sharia como un sistema legal, sino más bien como una serie de principios islámicos para ayudar a guiar a las personas ante situaciones que requieren nuevas respuestas, teniendo en cuenta que aquellas prácticas culturales comunes tienen que ver con un momento y lugar específicos de la historia.
Tradicionalmente muchos gobernantes musulmanes han intentado convertir la Sharia en ley. Para ello en primer término tuvieron que decidir qué reglas debían ser leyes, y en segundo término trataron de utilizar interpretaciones de la Sharia para mostrarle a la gente que esas leyes eran islámicas.
También debemos tener en cuenta que las primeras sociedades islámicas no fueron gobernadas bajo la ley islámica sino por califas y más tarde por reyes o emperadores. Estos gobernantes solían mezclar ideas islámicas con reglas seculares que ya estaban vigentes o que habían sido la práctica común.
La ley islámica por tanto siempre se basa en la interpretación que alguien hace de la Sharia (que es una interpretación del Corán y de los hadices). Debido a que es una interpretación humana, la ley islámica puede significar diferentes cosas en diferentes lugares y en diferentes momentos de la historia.
Una de las cuestiones que más confusión o curiosidad despierta en Occidente es saber si la Sharia es la ley que impera en los países musulmanes y cómo difiere su implementación en cada uno de ellos.
Ver mapa Sharia Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Use_of_Sharia_by_country.svg
En el Islam suní, que es el mayoritario, imperan cuatro escuelas jurídicas islámicas, todas ellas válidas y ortodoxas en sus respectivas jurisdicciones, lo que ejemplifica la enorme diversidad en el islam y el propio reconocimiento de la diferencia de opinión como legítima. Normalmente, los fallos legales islámicos se aplican principalmente en el área del derecho personal y familiar, que rige cuestiones de matrimonio, divorcio y herencia, entre otros. Es importante entender que el derecho civil en la mayoría de los países de mayoría musulmana se basa en los sistemas legales occidentales modernos, de alguna manera se trata de un legado del período de colonización europea de gran parte del mundo islámico que comenzó en el siglo XIX.
Otra de las cuestiones que más curiosidad y debate despierta en Occidente es si la Sharia atenta contra los derechos de la mujer. La ley islámica ve a los hombres y las mujeres como iguales moralmente a los ojos de Dios, pero los derechos y obligaciones que se les confieren (en particular los económicos) no son idénticos, sino más bien son entendidos como complementarios.
El Islam es diverso y en mi opinión uno de los elementos de su éxito ha sido precisamente su capacidad de adaptación entre diversas culturas y pueblos, algo que choca contra los estereotipos más asentados en Occidente.
Probablemente hoy en día exista más pluralidad en la ley islámica que nunca. La tecnología, la digitalización y la globalización también juega un papel relevante en esta cuestión, al dar acceso a los musulmanes de cualquier lugar, particularmente a aquellos que viven en países occidentales, a conocer la opinión de los especialistas islámicos sobre cualquier cuestión de forma inmediata, este fenómeno se conoce como Sheikh Google, y afecta particularmente a los más jóvenes, los cuales demandan en la red y en las redes sociales respuestas a sus preguntas relacionadas con la fe y la ley islámica. Como podemos imaginar, esto conlleva problemas de control y legitimidad evidentes. Es indudable por tanto que la digitalización y la llamada cuarta revolución industrial tampoco es ajena a esta cuestión.
Por último, me gustaría señalar que los juristas debidamente calificados pueden emitir fetuas , o declaraciones de opinión, sobre asuntos particulares de la vida musulmana. Pero una fetua solo es vinculante para el emisor y para aquellos que se han vinculado a él, de hecho, a veces puedes ser contradictorias sobre un mismo asunto, y al no existir una suerte de sacerdocio islámico centralizado, no existe un método unánimemente aceptado para determinar quién puede emitir una fetua y quién no, lo que complica aún más la cuestión.
En definitiva, como vemos el debate y conocimiento sobre la Sharia y la ley islámica es complejo y apasionante a la vez, afecta directamente a una gran parte de la población mundial, también en las sociedades occidentales, con un gran porcentaje de jóvenes y en un escenario de continuo cambio en el marco de la revolución tecnológica que no podemos ignorar. (O)
Gonzalo Rodríguez es coordinador general del Centro Arabia Saudita para la Economía y Finanzas Islámicas (SCIEF) en IE University. IE Insights.