Existe preocupación por el futuro del plátano, maravillosa hierba gigante pariente del banano, convertida en un rubro fundamental para la alimentación de la población nacional, no es solo predilecta en la irredenta provincia de Manabí, sino que es obsesión de todo el país. Las noticias son alarmantes puntualizando el alto precio en los mercados y plazas por su evidente escasez, motivada en gran medida por el embate feroz de una enfermedad bacteriana de sugestivo y repulsivo nombre, moko, que puede llevar al exterminio de las verdes y lozanas plantaciones que crecen orgullosas en toda la Costa e inclusive en zonas de la serranía con régimen climático costeño, es un alimento de cocción en condiciones verde o con madurez avanzada que le agrega dulzor como pintón o maduro.

Es infaltable en la preparación de variadas recetas o bocados que han estimulado la instalación de cafeterías que ofrecen la deslumbrante preparación denominada bolón en varias presentaciones, que constituyen productos de exportación y consumo mundial no solo para los ecuatorianos nostálgicos de su patria, sino que los nacionales de distintos países ya los solicitan, siendo por tanto, un prometedor rubro de exportación con valor agregado bajo responsabilidad de organizaciones industriales que elaboran diferentes formas, que se suma a la fruta fresca de venta internacional que ubica al Ecuador en el primer lugar de los proveedores del planeta, ahora en peligro de perder esa posición hegemónica por la insuficiente oferta causada por el moko.

Paralelamente, con similar índice destructivo se manifiesta en banano, afectado por el mismo patógeno que tiene a mal traer a los cultivos de todos los estratos productivos con idéntica peligrosidad que el propio Fusarium R4T, que movilizó a la opinión pública nacional, logrando captar la solidaridad de todos, que no ha tenido el plátano con mayor importancia por ser un sostén de la cacareada soberanía alimentaria. Tal es el daño que un gráfico elaborado por el experto ecuatoriano Guido Kuonquí Alcícar demuestra el avance del mal en banano, señalando que desde el año 2022 ha tenido un crecimiento exponencial de 126 hectáreas afectadas en el 2021 a 2.637 en el 2023, saltar a 7.833 en el 2024, estimando que hasta el final del presente año serán 16.741 hectáreas, lo cual marca la magnitud del daño del repudiado moko bananero y platanero, presagiando un macabro desenlace.

Frente a esta dolorosa situación, con aureola de desidia gubernamental y pasividad privada, los que podrían superar la patología y la inmovilidad general serían los gremios de agricultores y exportadores, unidos en el objetivo de salvar los cultivos, que establezcan en primer lugar la magnitud real del impacto y luego emprendan acciones de control, aunque tengan que autogravarse con un aporte para enfrentar el desafío. Estamos seguros de que si tomasen esa iniciativa van a recibir apoyo de otros eslabones de las cadenas, como las empresas navieras e industrias proveedoras de insumos para la procesos de producción y comercialización, acción que debería impulsar el ministro de Agricultura, técnico y exportador bananero. (O)