Ante los resultados de la segunda vuelta, tenemos derecho a ilusionarnos del futuro político del país.
El correísmo ha perdido más que el 57 % del total de los votantes. Ese movimiento no solo demuestra su talante antidemocrático al no reconocer al presidente electo, sino que devela la absoluta falta de autocrítica y poco cariño por nuestro país. Ya es hora de que Correa desmantele la fábula que presentó a sus aliados internacionales para hacerles decir ridiculeces cuando no mentiras como las escritas en redes sociales por el presidente colombiano Petro o las débiles excusas de la presidenta de México para continuar alejando a nuestros pueblos otrora tan cercanos. Flaco favor hace el progresismo al aceptar el relato inventado por Correa de unas elecciones opacas. Al contrario, nuestros comicios estuvieron afortunadamente muy lejanos de los procedimientos que llevaron al poder a Ortega y Maduro. Los ecuatorianos podemos congratularnos de no haber vivido para ver el triste espectáculo de recibir a esos personajes siniestros con honores de Estado en nuestro suelo.
Correa debe tomar la oportunidad para reflexionar en silencio sobre cómo pudo perder tan aparatosamente contra un candidato que, según él, era tan malo. Si Noboa tuviera menos parecido al mismísimo Correa, probablemente la paliza habría sido en una sola vuelta.
Y en ese punto es donde más esperanza de cambio podemos tener. Daniel Noboa debe rectificar en muchos aspectos. Ojalá en su discurso inaugural nos prometa –porque va a cumplir– más democracia, ofrezca disculpas por sus actitudes autoritarias o ilegítimas. De cara a un gobierno de cuatro años, mucha gente honesta, preparada y con experiencia en cada área de gobierno podría aceptar trabajar para el Estado y hacerlo con los mejores consejeros y con el apoyo de universidades y gremios.
Debe pedir la participación de todos los partidos políticos –activamente– para combatir la inseguridad y la violencia creciente que nos golpean con brutal ensañamiento y que se ceban en las poblaciones de menos recursos socioeconómicos. Pero los programas que proponga antes que ser con armas y violencia deben partir de condenar la impunidad ante crímenes cometidos por las fuerzas del orden. Lejos de implementar la inmunidad de los culpables, debe mostrar valientemente que la violencia estatal no es patrocinada por Carondelet. Podría dar señales de que está decidido a lograr un mejor país mostrando que el crimen de los cuatro niños de Las Malvinas no será olvidado y que tanto las reparaciones a sus familias como las condenas a sus verdugos están en curso.
Noboa ha tenido privilegios como pocos en el mundo, debería devolver algo al país convirtiéndose en un estadista que haga lo correcto, aunque sea difícil y le cueste políticamente, alejando a su familia de los puestos de poder político y de los negocios estatales. Que marque diferencia con su némesis, el populista que, teniendo tanto apoyo, con recursos económicos enormes, lo desperdició todo en una década que vio desvanecerse la oportunidad de hacer cambios de fondo en nuestro país, hoy atribulado y, pese a todo, aferrado a la esperanza. (O)