El 1 de octubre de 2019, mediante el Decreto Ejecutivo 883, se decidió liberar el precio del combustible con el fin de reducir la brecha fiscal en el país. Como respuesta, el gremio de transportistas suspendió su actividad y la Conaie inició una movilización masiva a nivel nacional. Se anunció la radicalización de las protestas y exigieron a las Fuerzas Armadas que dejaran de apoyar al presidente de la República. Hubo daños a la propiedad privada y graves incidentes en las sedes de Teleamazonas, El Comercio y la Contraloría General del Estado. Tras ello, Lenín Moreno decretó un toque de queda e indicó que revisaría el Decreto 883. Hubo que recular.

Hoy, a cuatro años del intento de aquel Gobierno de cambiar el rumbo de la economía con un giro brusco de timón, seguimos subsidiando un combustible fósil con el agravante de que los ecuatorianos hemos manifestado el deseo de dejar en el subsuelo la materia prima de ese combustible. Inexplicable.

Si lo vemos desde afuera y en frío, esto quiere decir que Ecuador se ha pasado casi 50 años de la República adquiriendo deuda para pagar un subsidio regresivo; es decir, quienes se benefician en mayor medida son sectores que podrían sobrevivir con un precio del combustible liberado, como lo hacen todos los países de Latinoamérica, excepto Venezuela. Esto nos hace vivir en una burbuja de costos, mientras beneficiamos a pocos privilegiados y a muchos narcotraficantes y contrabandistas.

Es inviable sostener una subvención que representa más de $ 80.000 millones, es decir, más que toda la deuda pública del Ecuador. Esto equivale a haber soplado un globo con caliche por casi 50 años.

(...) este país petrolero pero “ambientalista”, que ve crecer su deuda pública mientras subsidia lo inverosímil.

Como nos lo ha contado la historia del Ecuador en estos casi 200 años de república, politizar la economía siempre es mala idea, y el subsidio al combustible es el mejor ejemplo de que una iniciativa populista de los años setenta sirve hoy para agigantar el hueco fiscal. La eliminación de este subsidio, o al menos una mejor y más acertada focalización, marcaría un hito en la economía del país. Sin embargo, como lo vimos cuatro años atrás, se ha vuelto tan político que los mismos “ambientalistas” que piden detener el extractivismo son los mismos que exigen mantener el subsidio. Nos hemos conformado y continuamos soplando el mismo globo con caliche.

Liberar los precios del combustible no significa que estos se eleven por los cielos, que podría ser el temor general. Hay una diferencia sustancial en estos precios entre los diferentes países. Como regla general, los países más ricos tienen los precios más altos, mientras que los países de más bajos recursos, más los países que producen y exportan petróleo tienen precios significativamente más bajos.

Transcurre otro octubre con un subsidio político, distorsivo e irracional. Un subsidio que no permite la viabilidad financiera y fiscal del país. Y cuando tuvimos la oportunidad, una minoría eligió, a punta de violencia, por una mayoría. Transcurre otro octubre en este país petrolero pero “ambientalista”, que ve crecer su deuda pública mientras subsidia lo inverosímil. (O)