En la historia hebrea, la Pascua conmemoraba su liberación, el fin del cautiverio en Egipto. Jesús entró a Jerusalén, en el inicio de la Pascua judía, en lo que pasó a ser el Domingo de Ramos, inicio de Semana Santa, semana de la crucifixión, que da paso al Domingo de Resurrección, que invita a otra forma de liberación, por eso es Pascua de Resurrección, de la nueva vida.
En la cruz Jesús hace nuestra a su madre –“Mujer, he ahí a tu hijo”, refiriéndose al discípulo que simbolizaba a la humanidad, y a este le dijo:
“He ahí a tu madre”–. Con la resurrección, Jesús convoca a los seres humanos a una nueva vida, sustentada en el amor, el respeto y el perdón, que debemos evidenciarla en nuestra conducta.
No honran a su convocatoria los que hacen de la violencia su modus operandi, sea la delincuencial, sea la de las guerras, que se direcciona contra inocentes, niños y familias, para así ensañarse. Tampoco se la honra cuando no se dan o viabilizan las prestaciones que requieren sectores vulnerables de la sociedad, sobre todo en salud y calidad de vida.
Formas repetidas de incumplir su mandato son ofender y humillar. En el vocabulario –el hijo de tal y otras expresiones– y el trato ofensivo son realidades cotidianas. En la Biblia se menciona que recibirán castigo los que por ofender tachan a otros de rhaka, palabra hebrea que significa “tonto” o “cabeza hueca”, insulto de la época, y otras formas de ofensa.
Cuán valioso el simbolismo del papa Francisco visitando la cárcel romana Regina Coeli –invocación a la Reina del Cielo– el Jueves Santo, en recuerdo de la última cena y del lavado de los pies, para destacar el valor del perdón a quienes, aceptando a Dios, lo requieren. Y más significativo si observamos, en contraste, las imágenes que se publicitan de reclusorios en El Salvador, de miles de presos sin condena que llegan encadenados y se los exhibe en ropa interior. Los centros de privación de libertad no son para humillar. Los dramas de las familias de aquellos nunca hay que olvidar. No impunidad no significa humillar, sino establecer responsabilidades y con severidad, cuando corresponde. Recuerde, lector, a Dimas crucificado con Jesús, a quien le dice: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino” y Jesús le respondió: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Nadie está libre de caer en una infracción o de ser responsabilizado, a veces sin culpa alguna, ¿será para que se pudra en una cárcel?
Por coincidencia, la elección presidencial del 13 de abril del 2025 se dio en Domingo de Ramos. Sabemos que quienes quieren confrontar con violencia no desistirán de hacerlo. Internacionalizar dudas sobre un país, persiguiendo que no haya confianza para vivir e invertir en este, es otra práctica. No tienen otro oficio y lucran de aquello.
El gobernante reelecto deberá evidenciar que no confunde autoridad con autoritarismo, práctica del correísmo. Ninguna persona debe asumir ser cuasi Dios, todopoderoso. La tolerancia y el respeto a los que no coincidan no debe llevar a silenciarlos, sino que debe motivar que se evidencie el porqué y para qué lo que resuelva la autoridad. (O)