Hace pocos días fuimos llamados a ejercer el derecho del sufragio. Esta vez se trataba de elegir al presidente o presidenta de la República. Los números eran claros, el ganador fue Daniel Noboa Azín, quien, reemplazando al presidente Guillermo Lasso, ya ejercía la Presidencia desde el 23 de noviembre del 2023 y termina ese periodo el 24 de mayo del 2025. Probablemente, en la misma fecha, asumirá la función que le ha otorgado la mayoría de los sufragantes en las elecciones del 13 de abril.
Esta circunstancia me ha llevado a pensar que para un presidente no será sencillo designar a los miembros de su gabinete, necesita personas preparadas profesionalmente para la cartera que se les asigne, pero que, además, reúnan las cualidades requeridas para desempeñar funciones de alta responsabilidad, con ética inquebrantable, pues, sin saberlo, son educadores, porque en la sociedad los personajes públicos se convierten en modelos de comportamiento.
Es lo que se llama educación asistemática, es decir, no hay un sistema organizado para educar, pero que influyen en la formación de las personas, sobre todo de los niños y los jóvenes, por acción de presencia y manera de actuar.
No sería raro que haya quienes estén listos para ofrecerse o conseguir que los recomienden, pero eso no es suficiente. Se trata de manejar con conocimiento y entrega el área correspondiente. Se necesitan personas inteligentes, honestas, ecuánimes, dispuestas a dialogar y a corregir sus errores si los tienen, que sepan escuchar y se esfuercen por conocer la realidad de la mayoría de los ecuatorianos, de aquellos que, para algunos políticos, han sido y son invisibles.
Es fácil equivocarse. Recuerdo haber oído a un expresidente decir que lo más decepcionante en esa función es la sensación de soledad, porque, aunque elijan para acompañarlos en ese gran reto a personas que creen conocer, algunos cuando asumen el cargo muestran su verdadero yo y llega un momento en que no se sabe en quién confiar.
El trabajo de conducir el país al desarrollo y a formar y mantener una sociedad de justicia, paz y equidad es un trabajo de equipo, con los mismos ideales, el mismo proyecto y la misma determinación de actuar con honestidad, aunque la ideología no sea la misma, escuchando las críticas, innovando lo que hay que cambiar y conservando lo que es positivo.
Pero también es necesario que los ciudadanos conozcan la formación y los antecedentes de las personas que van a integrar el equipo de gobierno y que más allá de criticar el desempeño de los funcionarios, cuando cometen errores graves o comportamientos alejados de la ética, que se pueden probar, hagan uso de su derecho a denunciar. Es una manera de colaboración ciudadana con el gobierno y con el país.
Escribo estas letras porque quería compartir con ustedes estas reflexiones. El presidente de la República, sea quien sea, tiene la enorme responsabilidad de definir y dirigir las políticas públicas y los ciudadanos, la de respetar las leyes, y si creen que son insuficientes o inadecuadas, ejercer el derecho y el deber de adaptarlas o cambiarlas, con el camino legal. (O)