Sus voces tienen el siseo de la serpiente. Parlotean como cotorras enjauladas. Gesticulan con las vísceras fuera del cuerpo. Se atoran en discursos viejos copiados con papel carbón. Encogen su piel ante el poder desnudando su esencia. Son mediocres.
Mediocre, “de calidad media” (RAE), común, regular, corriente, gris, anodino, vulgar. Se observa mediocridad en todas las esferas de la sociedad, especialmente en la política y en la educación. ¿Y el conocimiento? ¡Bah!, hoy es mercancía de consumo, diría Bauman. La mediocridad versa sobre la negativa a “ser persona” decente, responsable, compasiva, respetuosa, para abordar con la mente y los sentidos bien despiertos la realidad de un mundo caótico, complejo e imprevisible.
Hace 40 años encontré una frase de A. Gide que muchos atribuyen a W. Faulkner: “Nunca podrás conocer nuevos horizontes si no eres capaz de alejarte de la orilla”. Yo venía de la psicología y la pedagogía, pero leía a P. Senge, P. Drucker, W. Bennis, R. Lippitt, y otros, buscando pensar y hacer mejor mi trabajo para crear organizaciones inteligentes.
En la Quinta Disciplina (2014), P. Senge destacaba cuatro disciplinas en las organizaciones inteligentes: dominio personal, escrutinio de marcos mentales arraigados, visión compartida y aprendizaje en equipo. La quinta, el pensamiento complejo y sistémico, constituía el eje que fusionaba las partes en un todo coherente, teórico y práctico: “el arte de ver los árboles sin dejar de ver el bosque”.
La complejidad “es una palabra problema y no una palabra solución” señala Edgar Morin, su mayor exponente. El pensamiento complejo conduce a un extrañamiento sobre cómo percibimos y actuamos en el mundo. “El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo”, escribe H. Hesse en Demian, (1919).
E. Morin, lo he dicho antes, reitera que estamos ante una crisis del pensamiento, lo que demanda dialogar y negociar con lo real, civilizar la tierra, transformar la especie humana en humanidad, formarla éticamente, tomar conciencia de que el ser humano es una triple realidad: individuo, parte de una sociedad, y especie humana.
Morin añade: 1) La patología moderna de la simplificación no ve la complejidad de lo real; 2) La patología de la idea está en el idealismo que oculta la realidad; 3) La enfermedad de la teoría está en el doctrinarismo y dogmatismo que petrifican la teoría; 4) La patología de la razón es la racionalización, encerrando lo real en la unilateralidad, sin ver que algo de lo real es irracional; 5) Lo racional trabaja contra el error y la ilusión, mas, lo complejo lo sabe insuficiente; 6) No puede existir solo orden o caos, sino un universo de reglas mínimas, donde quepa el desorden y la contradicción; 7) Millones de seres sufren como efecto del pensamiento parcial y unidimensional (por ejemplo, un Trump ‘patrimonial’).
Los verdaderos líderes, como V. Zelenski y M.C. Machado, asumen la realidad como un aliado, no un enemigo. Caminan al filo de la navaja mientras trabajan con las fuerzas del cambio en vez de resistirlas. ¿A quién ve usted en ese rol a futuro en Ecuador? (O)