El día domingo anterior, dos consultas populares añadieron a la confusión, no viabilidad y contradicciones evidentes de la sociedad ecuatoriana.

En el Chocó Andino, una minoría que vive en la zona tomó una decisión sobre recursos que pertenecen a todos los ecuatorianos. En el Yasuní, una mayoría de los ecuatorianos tomó decisiones sobre el destino de quienes viven en la zona y que, adicionalmente, expresaron estos últimos su

opinión contraria a la de la mayoría del país.

El garantismo de nuestra Constitución, la evidente improvisación de Montecristi, el experimento del cual fuimos objeto los ecuatorianos por un grupo de extranjeros que nos usaron de conejillos de Indias, una vez más muestran que estamos normados por una carta no magna, sino manca, y también coja, por no añadirle más limitaciones.

El territorio ecuatoriano es uno, indiviso. Las provincias no tienen territorio y son unidades administrativas. Los recursos naturales pertenecen a todos los ecuatorianos, en especial los minerales que tanta riqueza pueden generar.

La Constitución garantiza el derecho a la educación, a la salud y a una vida digna. Para ello se necesitan recursos económicos. Pues en el Chocó, una minoría de ecuatorianos que no es dueña ni del territorio donde vive, ni de lo que hay en el subsuelo, tomó la decisión de no permitir que el derecho a la educación, a la salud y a una vida digna se pueda dar y garantizar a los ecuatorianos. Porque todo lo que signifique en este atribulado país disminución de recursos es ir directo contra estas necesidades de la población.

Y si los ciudadanos del Chocó tuvieron ese derecho, ¿por qué no lo tuvieron los de las provincias de la Amazonía, que claramente se pronunciaron a favor de que la explotación del petróleo del Yasuní continúe?

Si los unos pudieron hacer con todos los ecuatorianos lo que hicieron, ¿por qué no les dieron el mismo derecho a los que van a perder sus empleos, sus pequeños negocios y sus actividades de muchos años hechas a base de esfuerzo y sacrificio?

Los votantes del Chocó que no han arriesgado nada, no tienen dependencia de ningún trabajo relacionado a la materia sobre la cual votaron, no han montado ningún negocio conectado a esa actividad, se pronunciaron en contra de la explotación minera. En el Yasuní, en cambio, los que tienen ya un riesgo, un dinero invertido, un esfuerzo y un modo de vida relacionado al tema de la votación, fueron avasallados por una mayoría que jamás ha pisado el Yasuní, no sabe dónde queda dicho parque nacional, qué tamaño tiene y no conoce las realidades de la zona. Esa mayoría no ha visto jamás la supuesta contaminación y no puede citar las tres especies animales más importantes del parque.

Dos consultas populares tremendamente negativas para el futuro del Ecuador, y evidentemente contradictorias, que hacen que en el exterior se vaya acrecentando la idea de que el Ecuador sencillamente es un país ilógico y no viable, un país sin sentido de la realidad y que tiene una extraordinaria capacidad para destruirse a sí mismo. (O)