Desde hace ocho años, un grupo de empresarios de Guayaquil nos reunimos en un retiro anual para reflexionar y crecer tanto a nivel personal como profesional. Este 2024, nos sumergimos en dos obras significativas: Pensar con claridad, de Shane Parrish, y Las seis disciplinas del pensamiento estratégico, de Michael Watkins.

Evitar los errores crasos

Uno de los puntos más poderosos del primer libro es la importancia de la inteligencia emocional en la toma de decisiones. Parrish define “pensar con claridad” como la capacidad de ver la realidad sin sesgos y actuar en consecuencia. En un mundo donde las reacciones impulsivas pueden llevar a errores costosos, detenernos a razonar se convierte en una ventaja. Tomarse el tiempo para entender la realidad y analizar la opción más conveniente es crucial.

La falta de inteligencia emocional no solo afecta a nivel individual, también a nuestras organizaciones. Las decisiones impulsivas y las reacciones emocionales mal gestionadas suelen llevar a conflictos innecesarios, reduciendo nuestra capacidad para alcanzar los objetivos propuestos.

Acercarnos a la verdad

Por otro lado, Las seis disciplinas del pensamiento estratégico destaca la necesidad de desarrollar inteligencia política para alcanzar resultados. Pensar estratégicamente, según Watkins, implica la habilidad de ver el panorama general y comprender cómo interactúan las diferentes partes dentro de un sistema para influir en el éxito. Comprender los intereses y motivaciones de los actores claves es fundamental. No se trata de manipulación, sino de una comprensión profunda de las dinámicas de poder y de las agendas de las partes interesadas. Al considerar estos factores, podemos anticipar movimientos, construir alianzas estratégicas y evitar conflictos que podrían desviar nuestros esfuerzos. Su falta conduce a enfrentamientos y malentendidos que evitan el progreso y la colaboración. En un entorno donde los intereses individuales predominan sobre los colectivos, las organizaciones son atrapadas en luchas de poder que impiden el avance hacia objetivos comunes.

En el contexto ecuatoriano, estas dos formas de inteligencia son más relevantes que nunca. Las recientes crisis políticas y económicas han demostrado que muchos de nuestros líderes carecen de ellas. Como consecuencia se generan conflictos permanentes, divisiones y un estancamiento que frena el desarrollo. Su ausencia en la cumbre se traduce en decisiones erráticas, polarización y gestión ineficaz de recursos.

Libertad en el siglo XXI

Nuestro viaje de aprendizaje de este año reafirma que el camino hacia el éxito está pavimentado con claridad mental y pensamiento estratégico. Es esencial que en la cumbre (líderes políticos, empresariales o de otra índole) se cuente con estas herramientas, cuyo desarrollo requiere compromiso, autoevaluación y práctica constante. La autogestión y el autocontrol son fundamentales para este proceso, permitiéndonos responder con serenidad y eficacia ante los desafíos.

Es imperativo llevar al liderazgo ecuatoriano a un siguiente nivel, donde estas dos formas de inteligencia sean una práctica común. Así podremos transformar las cumbres de liderazgo en verdaderos motores de progreso y prosperidad. (O)