Sorpresa es la palabra que se ha repetido incansablemente desde la noche de la elección presidencial. Sí, fue sorpresa lo que produjo el segundo lugar obtenido por Daniel Noboa, un candidato que no figuraba en los primeros lugares en la mayoría de las encuestas y que no aparecía en los radares de los observadores de la política. Solamente una o dos empresas encuestadoras detectaron su ascenso en los últimos días de la campaña, pero la absurda prohibición de difundir los resultados impidió que el electorado conociera la evolución de la competencia. El desconcierto frente a lo inesperado llevó a ensayar las más variadas hipótesis. Se aludió al efecto del asesinato de Fernando Villavicencio (sin preguntarse por qué Noboa y no otro de los candidatos), a la votación de los jóvenes (con sofisticadas diferenciaciones entre mileniales, generaciones Z o Y y cuanta clasificación pueda caber en la imaginación), al desempeño en el debate (cuyo mérito habría sido evadir la confrontación, cabe decir, rehuir el debate) y a su reciente figuración en la política (un outsider que no hizo notar su condición de insider en su paso por la Asamblea). Solo de manera marginal se tomó en cuenta la utilización de dádivas en la campaña, que tiene marca familiar.

Estas son las propuestas en el plano político del plan de gobierno del candidato Daniel Noboa

En fin, cualquiera que haya sido la causa, lo cierto es que, salvando las particularidades de cada caso, el resultado nos colocó frente en un escenario muy similar al de las dos últimas elecciones presidenciales. Nuevamente habrá que escoger entre la persona designada por el pastor del borreguismo y un empresario multimillonario. Si nos atenemos a esas experiencias, podremos suponer que la confrontación será muy fuerte, ya que está otra vez sobre la mesa la disyuntiva entre correísmo y anticorreísmo. Esa es una disputa que va más allá de la voluntad de las personas, en particular del candidato sorpresa que ha dicho con insistencia que quiere evitarlo. En pocos días quedará claro que es imposible soslayarlo, porque el correísmo constituye un fenómeno político-social arraigado en una parte importante de la sociedad. Su condición de borreguismo, aceptada y reivindicada por el pastor y sus seguidores, no puede ser enfrentada solo con un programa de gobierno o con ofertas técnicas y tecnocráticas. Es indudable que la elección será entre dos modelos de gobierno y sobre todo entre dos modelos económicos, pero el voto de una gran parte de los electores no se define por el cálculo racional al respecto, sino por impulsos emocionales. El seguimiento a liderazgos carismáticos encuentra su explicación en el complejo campo de los sentimientos.

‘Un mundo donde la información es abierta para todos es donde yo quisiese vivir’, dice Jan Topic, excandidato presidencial, quien compartió códigos fuente de inteligencia artificial como parte de su plan de seguridad extendido

La reacción frente a esos fenómenos es también emocional, como lo demostró en el 2021 todo ese electorado que se volcó para hacer que Lasso remonte los 13 puntos que le separaban de Arauz y se coloque cinco puntos por encima. En total, suponiendo que cada finalista mantendría su votación de la primera vuelta, está en disputa alrededor del 43 % de los votos, conformados en su mayoría por los que fueron a la memoria de Villavicencio y por los que captaron Jan Topic y Otto Sonnenholzner (alrededor del 38 %). Estos están distribuidos de manera irregular en todas las provincias, lo que exigirá diseños de campañas muy inteligentes para ambos bandos. Al final, como corresponde a un sistema sin partidos y con un fenómeno persistente de personalismo, la decisión estará a merced de la emoción. (O)