Es el peor de los pecados. No estoy hablando en dimensión canónica o teológica, sino de sus efectos sociales y humanos. Envidia es la ira por el bien ajeno. Si se lo piensa bien, basta esta definición de enciclopedia para aquilatar el volumen de esta perversión. No es querer lo que tiene el otro sino, sobre todo, que el otro no lo tenga. Su etimología latina, in videre, significa ‘mirar a’. Era y es el auténtico mal de ojo. De acuerdo con los mitos bíblicos, es anterior a la humanidad: Luzbel, el mejor de los ángeles, envidiaba a Yaveh , el omnipotente, y se rebeló contra él, introduciendo el mal en el Universo. Cuando Dios creó a los seres humanos, la serpiente los indujo a envidiar a su creador, que conocía “la ciencia del bien y del mal”, y cometieron el primer pecado. Caín, enfurecido porque sus sacrificios no eran aceptados por la divinidad y sí los de su hermano Abel, lo asesinó. Desde este amanecer mitológico, la envidia ha estado y está en la raíz de todos los abusos y violencias.

Latinoamérica es por excelencia el continente de la envidia, donde es más tolerada y hasta fomentada.

Este “mal de ojo” es una falta vergonzosa; hay quienes admiten ser habituales ladrones y disolutos, pero nadie se proclama como envidioso. Pudre el alma. Quienes la practican viven en perpetua tristeza y descontento, puesto que siempre habrá bienes que no les pertenecen. Por eso, no debe creerse que es un pecado de pobres o marginados, para nada: muchos ricos y poderosos envidian pequeñas propiedades y sencillas alegrías de otros. Los celos son una forma de envidia muy insidiosa, que es causa diaria de miles de femicidios y violencias similares en todo el mundo. Hay muchas personas que viven perpetuamente amargadas por el bien ajeno, pero cualquier mujer u hombre bueno puede cegarse y brutalizarse en el momento en que permite que este veneno penetre en su corazón.

¿De dónde viene esta depravación tan extendida? Los animales no envidian; nunca preferirían que los dos no coman a que solo coma el otro, porque sería una desventaja evolutiva para la especie. El perro del hortelano solo existe como fábula. Entonces, podemos pensar que es una construcción cultural. Creo que es el único pecado que puede adquirir un carácter multitudinario. Siendo una pasión poderosa, es utilizada por políticos que la exacerban y cabalgan sobre ella para alcanzar sus propósitos. Con pretensiones “científicas”, todas las corrientes socialistas la tienen como ingrediente que, en el caso del comunismo y otras facciones radicales, se vuelve violento. Y si bien es una propensión prácticamente universal, son evidentes las diferencias con las que una u otra cultura la abordan. Latinoamérica es por excelencia el continente de la envidia, donde es más tolerada y hasta fomentada. Esta táctica es consustancial al populismo latinoamericano, en el cual es frecuente toparse con consignas como “a rayar un Mercedes”. Un rasgo cultural de toda la región es la envidia colectiva y masiva a nuestros vecinos anglosajones. Es un impulso en el que se observa una falacia muy común de la envidia: el achacar los males propios al bien ajeno. Quien cree que al otro le va bien porque a él le va mal ha encontrado la excusa perfecta para dar rienda suelta a este vicio satánico. (O)