Desde que tenemos uso de razón nos preguntamos ¿cuál es el sentido de la vida? Las respuestas se dan en la medida de nuestra espiritualidad y de las experiencias vividas desde que nacemos y dependen de factores, como el país en que nacemos, nuestros padres, nuestra inteligencia, una buena salud, un buen ambiente socioeconómico y si somos íntegros y tuvimos una buena educación.

Las empresas y las personas nos debemos preguntar para qué existimos: ¿para acumular riquezas, tener una familia, ser buenos empresarios o profesionales, para dar empleo, para ser políticos, para cumplir una misión en la vida, o para qué?

Víctor Frankl, psiquiatra austriaco, tras su experiencia en un campo de concentración nazi, nos da luces en su libro El hombre en busca de sentido, en el que concluye que las personas que tienen una razón para vivir sobreviven.

He sido afortunado en mi vida personal y laboral, al haber estudiado en el Cristóbal Colón, en donde fui parte de uno de los dream teams de básquetbol. Hace unos días le pregunté a mi compañero de equipo Harry Sheppard sobre qué le ha dado sentido a su vida y su respuesta no me sorprendió mucho, porque sería parecida a la mía. Harry dijo: “En gran parte el deporte… La disciplina, manejar la adversidad, el espíritu de equipo y la total confianza de que podía lograr metas si me rodeaba de las personas correctas; además, entender que los logros iban a requerir esfuerzos, resiliencia, siempre y cuando se basaran en principios, valores aprendidos en mis años de formación y completados con la presencia de una mujer maravillosa…”.

En mi etapa laboral, con ciertas excepciones, no he vuelto a tener una experiencia como la vivida en el colegio jugando al básquetbol, pues todo el equipo fue seleccionado del Guayas y parte de nosotros del Ecuador. No fuimos entrañables amigos, pero hasta ahora mantenemos contacto. Nos respetábamos valorando lo bueno de cada uno y si alguien se disgustaba por algo terminaba el partido y volvíamos a estar bien; había liderazgo, pero sobre todo trabajo en equipo y la convicción de que si dábamos lo mejor ganaríamos partidos y campeonatos, sin ser obsesivos en esa meta.

Es inentendible cuando en las empresas se forman silos de trabajo –que son impenetrables y que solo piensan en sí mismos y en las excusas para no cumplir metas comunes– que inciden en la productividad. Hay que pensar en objetivos altos y alcanzables con base en una cultura de servicio para ofrecer bienes y servicios de excelente calidad, que cambien la vida de las personas. La frase en latín de nuestro colegio se me grabó desde la adolescencia: Ad Superna Intenti, que significa nacidos para cosas grandes, proyectados a cosas superiores, lanzados a lo alto.

El Gobierno del Ecuador, también debe tener un dream team que pueda atender los problemas sociales, económicos, educativos, de política energética, de seguridad y de administración pública en forma urgente y eficiente. En conclusión, las personas deben buscar el sentido de existir, así como las empresas preguntarse si están para generar valor y si los gobiernos están para generar bienestar. (O)