La trillada frase de “estar viendo solo el árbol e ignorando el bosque” calza muy bien para quienes creen que la disputa administrativo-judicial que surgió con fuerza esta semana por el control del submarino Cable Andino se limita solo al riesgo de afectar el internet de una parte de la población que se nutre de él mediante una empresa privada de propiedad de rivales políticos del presidente.

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Estamos hablando del manejo y control de una importante porción, la más grande del mercado, de “el nuevo petróleo”, que rige ya nuestro presente y será mayor aún en el futuro, cuyo componente principal y comercial son los datos personales e institucionales, que circulan en la internet, con respaldos en la “nube”, en las redes sociales, los correos electrónicos, celulares inteligentes, sensores o sistemas de geolocalización.

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Fue allá por el 2006 cuando el matemático británico Clive Humby bautizó justamente como el “nuevo petróleo” a los datos que, ya desde entonces, él consideraba un recurso clave de la economía global. Ante un auditorio lleno de los más importantes anunciantes de su país, Humby sorprendió al explicar que los datos en bruto que estos personajes comenzaban a acumular debían procesarse de la misma manera que el petróleo crudo debe refinarse para que tenga valor.

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El comportamiento humano del que cada uno de nosotros va dejando huella individual cada vez que nos conectamos a la web, así sea para reírnos un rato o aprender a preparar una tortilla, va convirtiéndose en mercancía para quienes tienen el control de ese inconmensurable reservorio de datos que es la internet. Y si bien esa mercancía podría estar siendo comercializada de manera eficiente en el ámbito comercial, hace rato empezó también su uso en el mundo político, el financiero, el bélico y demás en los que no tenemos conciencia de estar siendo una ficha, un dígito, que ayuda a diseñar estrategias.

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Por tanto, no, no tomemos tan a la ligera lo que está pasando ahora mismo en torno a ese cable que llega por Manta y cuyo origen, uso y beneficio se ha vuelto tan controversial. Son tantos los datos que navegan por sus fibras ópticas que se considera que el 90 % de ellos nunca se analiza ni se ve, salvo sobre los que se tenga un interés específico. Y las predicciones científicas hacia el 2030 (es decir, dentro de tres doritos, como dice el mundo del meme) son que la internet va a ser capaz de transportar toda la información, a manera de data, que nosotros, los humanos, captemos mediante nuestros sentidos. Y la ciencia usará en máquinas, robots y sensores que ahora son la representación tangible de la inteligencia artificial. Literalmente, nuestro cerebro ampliado.

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Dar los datos, lo que hacemos indiscriminada e inocentemente donde nos los piden a cambio de wifi o accesos digitales, es dar dinero. Y la gran mayoría no lo sabe, o no le da valor, por lo que los estudiosos del “nuevo petróleo” ven en esto una estructura feudal: quienes lo usamos generamos riqueza a cambio del uso de la “tierra” que en este caso es de propiedad de Facebook, Google, YouTube, Amazon, TikTok y un largo etcétera.

¿Siguen pensando que el del cable es un tema solo político-visceral? (O)