De la misma manera apasionada que nos quejamos por las decisiones del poder público, así de apasionados les dimos el voto. ¿Será la pasión, las emociones, lo que nos hace errar a la hora de votar?

Recuerdo al candidato Bucaram, sudado, medio despeinado, con la guayabera a medio cerrar, hablando en alto, cantando, dando giros y brincando sobre su propio eje, descalificando a los otros, con emoción. Prometía, con pasión, anunciaba castigos a sus contrincantes, con vehemencia. Con sudor empapaba su mensaje. Correa también bailaba, también brincaba dando vueltas sobre su propio eje, tal vez se agregó como elemento coercitivo su correa, que se la sacaba de su pantalón, y daba latigazos anunciando castigo a sus adversarios. Vehemente candidato, sudoroso.

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Para la mayoría, y de hecho así ocurrió, fueron ellos los mejores candidatos. Esto porque destilaban emociones, sudor, fuerza.

Años después ganan las elecciones dos candidatos, cada uno en su orden, que no lucían con un lenguaje corporal desordenado ni apasionado, todo lo contrario. Guillermo Lasso, prudente, con pausas –a veces exageradamente largas–, fue visto como la serenidad que podía sacar al país de una transición aparentemente iniciada con Lenín Moreno, candidato –casi impuesto– al finalizar el gobierno de Correa. Como un legado merecido.

El presidente actual, por sus propias palabras, pocas por cierto, se presentó como un candidato anti nada, brindó el mensaje de que vamos a construir un nuevo país. Alguna vez dijo, de sí mismo, que era muy mal enemigo, lo dijo sin pasión, así lo recuerdo, empapado de hielo.

Tanto el presidente candidato y el presidente anterior no podrían ser comparados en sus expresiones emotivas, con los primeros mencionados. Pero, pudo ser que la población que los eligió los motivó el anticorreísmo, factor común en ambas circunstancias electorales, y/o la aparente prudencia y deseo de construir una sociedad con menos violencia, odios, resentimientos, venganzas e inseguridad.

En el camino se han sumado aspectos más complejos como la penetración del narcotráfico y la corrupción a espacios inimaginables, por lo que ahora una sociedad responsable deberá despojarse de atracciones emotivas y leer, con mucho cuidado, los planes de gobierno presentados por cada uno de los candidatos. A recordar, por ejemplo, a los candidatos que pasaron por la Asamblea con quién y para qué votaron proyectos.

¿Por qué recordar? Porque la historia siempre enseña. Siempre.

Deberíamos investigar cómo se comportó cada candidato ante una situación particular, política, pública, tratase de lo que sea. Lo que ha hecho, lo que no ha hecho, de quiénes se rodea y a quién desprecia (en esto casi nadie disimula) y hacia dónde dice llevarnos.

Toca mirarlos en frío, sin emoción que nuble la visión. Toca advertir qué nos harán para distraernos, para que no los investiguemos, para que nos perturbemos y veamos su show. Es posible que sigan sudando para agitarse y despertar emociones, medio desnudos o brincando, siempre son capaces de todo por un voto. Nos toca a nosotros votar en frío. (O)