Tal lo previsto, el mal llamado debate cumplió con lo que su formato permitía: flashes de los 16 candidatos a la Presidencia de la República, quienes trataron de captar la atención del votante más que con sus propuestas, con dichos y gestos efectistas que apuntaron evidentemente a ser tendencia en redes sociales, más que en mostrar su proyecto político.

Una larga fila de intenciones, algunas que rayaron en lo insólito, escuchamos los ecuatorianos durante casi las cuatro horas que tomaron las dos tandas de candidatos (de ocho cada una). Promesas como aquella del tren bala, en un país donde no todos tenemos agua potable, ni logramos manejar eficientemente el tema energético primario, transitan el borde de la demagogia. Solo superada la propuesta por el insólito uso del término inteligencia artificial (IA), que es, definitivamente, el nuevo humo que venden los consultores de campañas electorales, pero que no se toman el trabajo de lograr que el candidato lo entienda y aplique bien, antes de tratar de explicarlo y peor aún prometerlo como una panacea.

La IA, dicen los entendidos, está muy lejos de ser solo la simpleza de ejemplos que pusieron los aspirantes, en el debate y luego de él, como hablar de farmacias con aplicaciones para acceder a medicamentos, cuando ese servicio ya existe en el país hace algunos años.

En la inteligencia artificial lo más importante es la calidad y disponibilidad de datos de entrada, cosa que en lo que el país es tremendamente deficiente, al no haberse invertido oportunamente en desarrollar base de datos que cualquier policía u organismo del primer mundo tiene en sus procesos hace mucho. Solo si el dato es de calidad, podría servir para la resolución de problemas, por lo que hay que superar en forma total la etapa de toma de huellas con tinta, para archivarlas en un cajón. Por tanto, lo primero a tener en cuenta, candidatos, es que la IA busca crear sistemas expertos que hagan predicciones o clasificaciones basadas en datos y no solo aplicaciones para esto y para aquello.

El mal llamado debate fue entonces más de lo mismo en materia comunicacional. Algunos mostrando su alto interés de dejar sembrado un eslogan, una linda frase, acompañada de gesticulaciones; otros con el cuchillo entre los dientes para atacar al rival mejor posicionado y tratar de escalar así en las encuestas; y los mejor ubicados, cual equipo puntero, esmerados en sacar el arco invicto para que el encuentro con sus compañeros de papeleta, si no les sumó, que tampoco les reste.

Lamentable momento de la campaña este. Cuando es evidente que la gran mayoría de los 16 candidatos no son ni someramente conocidos por el electorado, el Consejo Nacional Electoral y las propias agrupaciones políticas se dan el lujo de hacer una presentación en falso, cansona, con preguntas poco creativas y formato de programa concurso.

Esto ya no puede seguir ocurriendo, porque en lugar de aclarar, oscurece; en lugar de informar, distorsiona; en lugar de ser democrático depende de la dictadura del cronómetro, con espacios de desarrollo de ideas de 25, 30 y algunos de 90 segundos. Los ecuatorianos merecemos que los procesos de difusión de las propuestas no permitan que los malos se escondan en el bulto y los buenos se queden cortos. (O)