Ha empezado el segundo mes del año y estamos a una semana de elegir o reelegir presidente, y creo que uno de los actores principales de esta campaña ha sido el ego en todo su esplendor y desde varios frentes. Por ejemplo, recuerdo el año pasado que en algunas redes sociales aparecían personas anunciando y amenazando dar “guerra” en batallas que nunca vivieron porque las dejaron vestidas y alborotadas con sueños de susurrarle al oído de su candidato amado. También, en la precampaña el ego hizo su presencia en el momento en que se armaban las listas, ¡qué importante es “ubicarse bien” para asegurarse un puesto en la futura Asamblea! Luego, vinieron las ofertas de cargos administrativos que variaron de acuerdo al bolsillo de los aspirantes y ofrecimientos para el candidato.
De esta manera, el ego fue abrazando a muchos ciudadanos, quienes sucumbieron ante la idea del poder en la Constitución y, sin dudarlo, abandonaron sus actividades profesionales y personales para subirse en camionetas desde donde lanzan besos, sonrisas y camisetas con su rostro impreso. Pero ¿existen propuestas válidas? ¡Claro que sí! De suyo, yo quisiera vivir en el mundo del que hablan los candidatos, un país donde todo se resolverá cuando ellos pisen el palacio, un reinado democrático donde todos los habitantes tendremos pan, techo y empleo, la vieja propuesta de los años 80 que no ha perdido vigencia, porque sigue siendo nuestra gran necesidad, con la diferencia de que ahora también necesitamos un plan de seguridad que nos libre de sicarios y narcotraficantes que caminan tranquilos por las calles de la ciudad y frecuentan lugares exclusivos mientras los demás nos escondemos aterrorizados.
Por tanto, a ratos me pregunto: ¿qué hubiera pasado si estos ciudadanos con tanto deseo de servir a su patria y totalmente alejados de intereses personales como mencionan recurrentemente hubieran cedido ante la vanidad del protagonismo y hubieran armado tres frentes definidos? Pero claro, el ego les impidió perderse reflectores, entrevistas y el dinero que les entregaron para participar. Así que tenemos 16 aspirantes que sueñan con su imagen colgada en el salón amarillo. Hombres y mujeres preocupados en lucir divertidos, cercanos con el pueblo, intachables, familiares, inteligentes o elegantes, pero totalmente cegados por el ego que les impide reconocer los porcentajes de posibilidades reales para cumplir su tan amado deseo. Tal vez, si tuviéramos pocos candidatos, la película fuera diferente, pero el ego siempre será superior en estos “patriotas”.
Del estancamiento al crecimiento
Corolario: nos toca a los ciudadanos hacer un ejercicio democrático y elegir a alguien que tenga verdaderas posibilidades de llegar a la Presidencia y volverse un agente de cambio positivo para un pueblo que está muy cansado de discursos fútiles, fatuos y pueriles. Nuestro voto es el boleto que nos puede llevar hacia un lugar de paz, con oportunidades para nuestros niños, trabajo para los adultos y cuidados para nuestros mayores. En consecuencia, hago mías las palabras de Albert Einstein: “Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”. (O)