Imagínese si la sala de redacción de su estación de televisión local fuera asaltada por mercenarios encapuchados y armados. Su comunidad estaría en shock, los espectadores entrarían en pánico y las autoridades tomarían todas las medidas necesarias para restablecer la seguridad.

Eso es exactamente lo que aconteció en Ecuador la semana pasada. Después que el presidente Daniel Noboa declarara su intención de crear una nueva cárcel de máxima seguridad para criminales, Adolfo Fito Macías se escapó de la cárcel, unos matones irrumpieron la sede de TC Televisión y Noboa declaró el estado de excepción.

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Las cosas no pintan bien. Mientras escribo esta columna de opinión, las noticias resaltan que el fiscal que investigaba a los invasores de TC Televisión fue vilmente asesinado, sabemos que cuatro oficiales de la Policía han sido secuestrados, dos han sido asesinados, decenas de reclusos se han escapado de sus celdas y el pueblo ecuatoriano se resguarda en sus hogares, mientras soldados ecuatorianos patrullan las calles de Guayaquil.

Es un momento aterrador para el pueblo ecuatoriano. Viajé a Guayaquil y Quito en febrero del año pasado y supe que la nación tenía que enfrentarse a muchos desafíos. Pero la influencia desestabilizadora del narcorrégimen de Venezuela, combinada con las políticas blandas contra el crimen tanto por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, como del presidente colombiano, Gustavo Petro, han empoderado a los cárteles de droga para hacer avances estratégicos en Ecuador.

Marco Rubio (i), senador de EE. UU., en febrero de 2023 junto al entonces canciller, Juan Carlos Holguín (c), y al ministro de Gobierno, Henry Cucalón, en el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre, en Quito. Foto: cortesía Cancillería.

¿Cuál debería ser el rol de EE. UU. ante la crisis que afronta Ecuador? Primero, debemos apoyar al presidente Noboa y a su administración. Si sus esfuerzos por restablecer la seguridad fracasan, la historia tristemente nos dirá que importantes zonas de Ecuador caerán bajo el control de los narcotraficantes. Eso representa un desastre para los ecuatorianos, para nuestra región y también para los muchos ecuatoriano-americanos que residen en EE. UU. Esto también significaría que más drogas y migrantes ilegales llegarían a nuestra frontera sur y la atravesarían. Esto es algo que cualquier norteamericano quisiera prevenir.

Militares, personal y contratistas de Estados Unidos estarían temporalmente en Ecuador de aprobarse acuerdo bilateral, ¿qué pueden hacer dentro del territorio nacional?

El Congreso de EE. UU. aprobó una legislación bipartidista sobre Ecuador en diciembre del 2022, la cual autorizó una estrategia diplomática integral para fortalecer nuestras relaciones bilaterales en temas comerciales y de seguridad. Pero las leyes solo funcionan si se cumplen. La Administración Biden desafortunadamente no le presta atención a nuestra región, incluso a los países que son socios capaces y confiables. Este vacío, por parte del gobierno Biden, crea vulnerabilidades que son aprovechadas por adversarios como Venezuela, China y los cárteles de la droga.

Para mejorar la situación, deberíamos considerar trabajar con Ecuador para actualizar los delitos que califican para la extradición de criminales hacia EE. UU. Como resalta la historia, los capos de la droga le han temido -por años- más a las cárceles norteamericanas que a las de Latinoamérica. El actual tratado de extradición entre EE. UU. y Ecuador es anticuado para enfrentarse a estos tiempos difíciles y debe ser actualizado. Finalmente, EE. UU. debe abandonar cualquier intento de apaciguar a los actores internacionales que ayudan e incitan a los narcoterroristas y grupos criminales organizados de Ecuador, es decir, la dictadura de Venezuela.

En resumen, el presidente Noboa y el pueblo ecuatoriano necesitan toda la ayuda que puedan obtener, y para EE. UU. estaría mal no apoyarlos. Si no actuamos rápidamente, podemos perder a un amigo y aliado clave en nuestro propio hemisferio. (O)

X (antes Twitter): @marcorubio