Es ya casi una costumbre que en este querido país muchas leyes sean burladas. Una de ellas es el reglamento que regula la circulación en motocicletas dentro del territorio nacional, que parece estar de adorno. Según la Agencia Nacional de Tránsito (ANT), su objetivo es “normar las condiciones generales de la capacidad permitida de personas que se movilizan en este tipo de vehículos, ante los hechos delictivos que se registran en el país”.

Conducir automóvil en Guayaquil/Samborondón se ha convertido en una actividad temeraria y estresante, un reto más de supervivencia al que estamos expuestos a diario los ecuatorianos. Solo puedo referirme a esas ciudades que son por las que me movilizo, pero es muy probable que una situación similar se presente en cualquier otra ciudad del país.

Morir sin comprender

El incremento de motocicletas en el parque automotor ha agravado el caos que ya existía en el tránsito urbano. Según la Asociación de Empresas Automotrices del Ecuador, de enero a octubre de 2023 se comercializaron 164.765 motos, con un crecimiento acumulado del 5,4 % en comparación con 2022. Al momento, se comercializan más motos que automóviles. Es entendible que para muchas personas esa sea la opción de transporte más cercana a su presupuesto, pero eso no las autoriza a cometer arbitrariedades, ni es razón para permitirles que las cometan.

Para los motociclistas, las leyes de tránsito no existen. Circulan sin respetar límites de velocidad, ni carriles, ni señales de parada, ni semáforos. Zigzaguean entre los automóviles. Pocas veces se detienen y van buscando cualquier resquicio para ubicarse primero. Varias veces nos vemos rodeados de motocicletas, sin poder evitar sospechar ante la posibilidad de un asalto o atentado violento. Los agentes de tránsito, impávidos, permiten que circulen tres personas en una misma moto, muchas veces menores de edad o infantes en brazos. Excepcionalmente, todos los pasajeros llevan casco protector, no se diga nada de los niños. que van “asfixiados” entre uno y otro adulto. Los conductores que trabajan como repartidores son quienes más infracciones cometen. La velocidad y la forma como conducen causa terror. No quiero ni imaginar las condiciones en las que llega a su destino la comida que transportan. Ya no solo es la contaminación auditiva de las bocinas utilizadas sin motivo, ahora se suman los motores encendidos de las motos. Y los agentes de tránsito solo observan, si es que observan cuando no están pegados a su celular.

Reconfigurando...

¿Por qué es tan difícil hacer cumplir la ley? Da la impresión de que a las autoridades de tránsito no les importa la ciudad. Son evidentes y frecuentes las infracciones que no es posible pensar que no tienen conciencia de ellas. De ceguera no han de sufrir. Seguramente sufren de quemeimportismo y esto es grave. Si quienes deben dirigirnos y deben hacerse respetar como autoridad no cumplen con su trabajo, estamos perdidos como ciudadanos. Lamentablemente, no es extraña esa actitud en la época que vive el país, sin liderazgos apreciables, sin consciencia social, donde cada quien se interesa solo por su metro cuadrado y donde el comportamiento responsable y honesto se ha convertido en rareza. (O)