“Disculpas” es una de las palabras más devaluadas de la interacción social actual. Se ha vuelto de uso común y de tan poco peso que cualquiera las ofrece para volver a cometer, en minutos, la misma falta por la que se acababa de disculpar.

La inculcan las maestras entre los niños que tuvieron algún roce en el kínder o primaria; la usa el futbolista insensato que, tras un patadón, envía seis meses al hospital a algún habilidoso colega de profesión. El jefe gritón a sus empleados, justo minutos antes de volver a gritar; el empleado incumplido a su jefe, justo antes de volver a fallar. Y ni qué decir de la interacción en redes sociales, donde las avalanchas de datos falsos pisotean, sin remordimientos, honras y trayectorias, para luego, en algunos casos, ofrecer disculpas.

Hace poco más de una semana algo similar de boca de Mark Zuckerberg. Sí, el monarca de las redes sociales, creador de Facebook y poseedor ahora de Instagram y de toda una serie de formas que las nuevas generaciones utilizan para comunicarse, evitando la intermediación, con validación y confrontación incluida, que por muchas décadas fue el trabajo que la sociedad le encargó al periodismo.

Zuckerberg se disculpó en directo con los padres, allí presentes, de niños que han sido afectados, hasta mortalmente, con todo lo que ocurre en redes sociales. Y lo hizo en el marco de una comparecencia en el Senado de EE. UU. de los jefes ejecutivos de las redes sociales también de X, TikTok, Snap y Discord, a la que solo dos acudieron voluntariamente, otros dos luego de recibir citaciones y el restante, el de Discord (videojuegos), tras la visita que le hicieran agentes federales para “invitarlo”. Y cómo no, ante tan incómodo tema: La seguridad infantil frente a las pantallas que ellos gobiernan.

(...) en redes sociales... pisotean, sin remordimientos, honras y trayectorias, para luego, en algunos casos, ofrecer disculpas.

Pero en la misma audiencia en la que pidió perdón de pie, el líder de Facebook e Instagram se justificó y puso en duda la solidez de su disculpa, al decir que la ciencia no ha demostrado un vínculo causal entre el uso de redes sociales y el deterioro de la salud mental de los jóvenes. De la interpretación de sus palabras colegimos que las redes pueden ser solo una entre muchas causas. Y que si alguien busca algo problemático (se refería a un ejemplo que le hicieron sobre libre acceso a la pedofilia) las advertencias que ponen son útiles para dirigirlos hacia algo que les dé acceso a ayuda.

“No aclare, que oscurece” es otra frase que podría ser útil en este contexto. Como tampoco TikTok pudo aclarar mayormente a los senadores por qué en su originaria China promociona videos educativos y de ciencias y en EE. UU. videos de, por ejemplo, autolesiones.

La sesión del Senado que vi fue más dura que otras, en el camino de justificar controles y sanciones, pero también quedó en el ambiente la sensación de que nada cambiará en el manejo de la información digital por chorro que llega a los niños, hasta que exista en el primer mundo el marco legal adecuado, que hordas de abogados de las plataformas digitales se encargan permanentemente de raquetear hacia adelante. Mientras eso ocurra, seguirá el tema subsanándose con breves disculpas. (O)