Justo ahora que usted lee este artículo, estamos a nueve meses y cinco días de elegir nuevamente presidente. Sí, a ir otra vez a elecciones generales y designar junto con el jefe de Estado a los asambleístas que, de no pactar, suelen ser sus piedras en los zapatos.

Sí, yo sé: ¡recién salimos de una elección y ya hay que pensar en otra! Pues debo decir que es inevitable. Por si lo hemos olvidado, Daniel Noboa y los actuales parlamentarios fueron electos solo para completar un periodo tras la aplicación de la muerte cruzada. Y entonces la premura electoral debe llamarnos a una reflexión que produzca una madurez política al acudir a las urnas informados y con responsabilidad.

Disonancia borreguil

Nueve meses parecen mucho, pero se irán “en un suspiro”, como decía mi abuela. Ya de hecho estamos en precampaña, con posibles candidatos nuevamente de recorridos internos y externos; diálogos para “alianzas” que a ratos más parecen alquiler de partidos; y mediciones constantes de encuestas de los que quieren ir a la segura. Con agresivas granjas de troles afilando los dientes para posicionar mensajes que, aunque tengan bases débiles, dejen al menos sembradas dudas sobre la honra o intenciones del rival.

Por primera vez en década y media parecería que el arranque de las presidenciales será distinto. Por primera vez el candidato/candidata del correísmo no partiría como favorito y sería el actual presidente, con evidentes ganas de reelegirse, quien comandaría el pelotón de aspirantes que para no dañar la costumbre ni decepcionar al público rondará otra vez la decena de participantes a dirigir el paisito que como reto, no pinta bien: profundo endeudamiento y crisis económica; indescifrable crisis energética a pesar de las “megas” obras del glasismo; horrorosa arremetida urbana de mafias del narcotráfico que en cualquier esquina, restaurante o parque cumplen venganzas con plomo ventiado.

El plan maestro

Pero ahí estarán en la contienda, el correísmo nuevamente sin su líder máximo sino con un candidato/candidata que como espadachín deberá paliar las acusaciones de “traidor. La patria” que sufre el líder, por su discurso y posturas promexicanas, en el capítulo de la embajada de la que se sacó cargado y directo a una cárcel a Jorge Glas. Quien ponga sobre sus hombros ese peso preelectoral, lo hará tal vez confiado en ese 30 % de voto duro que se ha mantenido fiel a la tendencia, a pesar de las tormentas, y sin duda propondrá todo lo contrario de lo que hace ahora Noboa, apoyado/a en las recetas de socialismo del siglo XXI!

La “revolución” la tendrá dura porque entre estados de excepción, control aceptable de las cárceles, una consulta popular en que logró 9 de 11 síes posibles, el presidente Noboa dejó hace rato de ser el advenedizo y basado en ese alrededor del 70 % de popularidad que le atribuyen varias encuestadoras, parte como la candidatura más consolidada. Si el referente es cómo le fue en la peor de las 11 preguntas, los que a pesar de ello lo apoyaron llegaron al 30 % también.

Ante este panorama bipolar, de pesos y contrapesos claros, como hace rato no ocurría, los demás candidatos, muchos rostros ya conocidos, deben entrar en meditación profunda. (O)