¿Vieron las noticias de hoy? El panorama es desolador. Lideramos el top ten del crimen mundial, y el orden internacional construido tras la Segunda Guerra Mundial parece tambalearse. Desde las amenazas de conflicto en nuestra América Latina hasta la tragedia, Ucrania, Sudán o Myanmar, los cristianos masacrados en Nigeria, mundo arde en distintos frentes.
Pero no hace falta mirar tan lejos: en las calles de Guayaquil y de la capital, la inseguridad nos ha robado la paz de un paseo cotidiano.
Hasta la lucha interna en nuestros equipos de fútbol evidencia el caos.
A este drama externo debemos sumarle las “guerras privadas” que cada uno de nosotros libra en silencio.
Ante este ruido ensordecedor, surge la necesidad de la introspección decembrina.
Es el momento de bloquear intencionalmente el bombardeo informativo para crear un espacio de transición.
En la quietud de estos últimos días del año, cabe preguntarnos: ¿qué batallas inesperadas logramos superar en este 2025? ¿En qué momentos logramos habitar nuestra propia paz? ¿Qué ciclos son urgentes de cerrar por salud propia y qué actividades nos robaron un tiempo que no merecían?
Pero, sobre todo, emergen las dos preguntas vitales: ¿quiénes fueron nuestro refugio este año? y ¿qué razones tenemos para agradecer a Dios por un amanecer más? El autoanálisis es personal y profundo; solo cada uno tiene muchas preguntas más y todos conocemos nuestras respuestas.
Antes de sembrar las semillas del 2026, debemos honrar las lecciones del 2025.
Los científicos aseguran que la conexión entre el cerebro y la mano, al escribir, nos permite procesar las emociones con una profundidad que el teclado jamás alcanzará.
Escribir nuestros propósitos no es un acto de ingenuidad ante la tragedia global; es un ejercicio de resistencia. No tenemos el control sobre los tableros geopolíticos, pero somos soberanos de nuestro mundo interior. Capitanes de nuestro destino. Construirnos mejores por dentro es la única forma de empezar a reconstruir lo que nos rodea.
Recientemente, en un encuentro con la Asociación Católica de Empresarios, concluimos que ha llegado la hora de reposicionar los valores cristianos en nuestra sociedad. Sin embargo, esa nueva arquitectura social debe partir del individuo.
No pidamos a los demás lo que debe nacer desde nuestro interior. Solo desde la coherencia interna podremos recomponer la familia, la comunidad y, finalmente, el país.
No desperdiciemos esta oportunidad. La tenemos frente a nosotros en ese cuaderno en blanco. Empecemos a escribir con intención y rectitud.
Si ponemos el empeño necesario en mejorar nuestro propio mundo, seguramente llegaremos a diciembre de 2026 con la satisfacción de haber sido parte de la solución, no solo espectadores del caos, ni peor cómplices de la debacle. Vamos con todo. Dios nos hizo desde la concepción con un propósito. Cumplamos ese plan divino, pues al final de los días frente a ese plan seremos evaluados. (O)









