Ocho viviendas saqueadas coreográficamente en un sector que aparenta alto resguardo armado, como lo es el Samborondón residencial, nos hacen recordar que la inseguridad sigue latente, que los grupos de delincuencia organizada no solo se dedican al narcotráfico sino que en su catálogo de opciones criminales crece el robo domiciliar, cada vez de manera más sofisticada; el secuestro extorsivo; el asesinato por encargo y toda una diversidad de acciones que, a la vez, parecen alternar dependiendo de cuál es el operativo ocasional de los agentes del orden que deben evadir.
Los videos que circulan sobre ese robo, de las cámaras de acceso, dejan notar la pericia y audacia (me niego a llamarlo eficacia o inteligencia) con que actúan, impulsados, no me quedan dudas, por la precisa información que desde adentro les habían dado quienes hayan sido sus cómplices, que ahora la policía deberá identificar y dar a la sociedad, detalles de ese modus operandi coreográfico (hicieron todo en poco tiempo y con una coordinación pasmosa). Cajas fuertes con joyas y dinero, costosos objetos personales, electrodomésticos, y un largo etcétera que no ha especificado la autoridad, alcanzaron a llevarse los maleantes, que evidentemente conocían cuáles eran las viviendas que quedaron deshabitadas durante el feriado y cómo acceder a ellas sin que sea escandaloso. Será quizás de agradecer que su plan solo previó atacar sitios vacíos de personas, y no hubo golpes, maltratos ni abusos que lamentar.
En Guayaquil y su área de influencia, entre las que está directamente vinculado Samborondón, hace rato ya no hay lugar seguro, por más inversión particular que se haga. Ya no hay “zonas rojas”, todas lo son. Entre los delitos que ocurren simultáneamente, la Policía, que siempre denuncia carencias y falta de estímulos, parece no darse abasto o mirar hacia otro lado, por impotencia o, en algunos casos se sospecha, por colaboración con quienes han hecho de ese tipo de delitos algo altamente remunerativo.
Las acciones violentas que las bandas delincuenciales protagonizaron a inicios de 2024, al mismo tiempo a lo largo y ancho de la urbe en su evidente disputa de liderazgo y territorio, no han vuelto, pero los ataques focalizados, sean robos como el de Samborondón, o sicariatos, siguen ahí, creciendo, con el as bajo la manga de los secuestros extorsivos que parecen ser el plan B de esos grupos, cuando sienten cerca los pasos de quienes los buscan.
Este, el de la inseguridad, deberá ser obligatoriamente un tema a debatir en profundidad en la campaña electoral que empezó ya con la temática de los apagones, donde los otros 15 postulantes tratan de marcar goles al presidente candidato a la reelección, que no ha podido resolverlos. Los logros parciales de la lucha contra los que este Gobierno llama “terroristas” que cometen diversidad de crímenes, también merecen ser escudriñado por los postulantes, de quienes esperamos escuchar propuestas coherentes y aplicables, ampliadas en sus planes de trabajo para cuando alcancen el tan añorado sillón de Carondelet de un país casi en ruinas y, por el caldeado ambiente social, poco atractivo para la inversión. (O)