Cuenta el historiador E. Krause en El poder y el delirio que, estando en Caracas, observó a H. Chávez ‘gobernar’ por televisión y recordó la descripción de P. Berman sobre el presidente: “Es radiactivo, tiene diez veces más energía que un humano normal. Lo mismo se decía de Mao. Estos hombres no se sienten humanos. Se sienten dioses”.
Para Krause, Chávez era un venerador de héroes (Bolívar, Fidel), no uno de ellos. Él lo sabía y huía de ese vacío, a través de “una carrera frenética que no tendrá fin: la carrera hacia la ilusoria heroicidad”. Poses frente a las masas y medios, gritos destemplados, bravatas, imaginar conspiraciones. Sin él, la patria y el mundo se derrumbarían.
El loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina (2023) es un libro de J. L. González, donde comparte anécdotas del ultraliberal economista. Milei acude a una entrevista y habla sin parar sobre la dolarización. De pronto le muestran una foto de Conan; enmudece y luego murmura: “Ahí está Conan, está Conan”. La muerte de su mastín inglés en 2017 lo derrumbó y se apoyó en la parapsicología y telepatía para comunicarse con él. Mandó a hacer cinco clones de Conan, a los que presenta como nietos.
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González nos descubre a un Milei excéntrico, pero también sufriente. Ve a Conan sentado al lado del ‘número UNO’ con el fin de protegerlo. Milei charla con Dios y ha visto tres veces la resurrección de Cristo, y si en 1983 soñaba con ser M. Jagger, hoy debe cumplir la misión que Dios le encomendó de ser presidente: “Mi gran fuente de inspiración es Conan Milei, quien me ha empujado a descubrir los límites de lo posible aventurándome a lo imposible”.
Varios intelectuales piensan que Milei, de mirada y gestos rotundos, es irresistible porque vende un futuro distópico: “Ya que vamos a explotar en mil pedazos, matemos al que tenemos al lado para que no joda”. Opinan que sublima el odio a su padre en el Estado y en la política; que está roto y su odio empatiza con la gente enojada; que los une “la irradiación política del odio”; que Milei no es un líder sino un síntoma.
Poses frente a las masas y medios, gritos destemplados, bravatas, imaginar conspiraciones.
La biografía de Milei refleja la soledad de un hombre furioso, sin amigos ni parejas, objeto de bullying escolar, y humillado y maltratado por su padre. En la política es igual, advierte González: cuando una idea es contraria a la suya, se agita, grita sin control, amenaza. Y por si acaso, lleva siempre el mismo papel con dos palabras, El Jefe, para no olvidar su misión.
G. Dessal comenta en la revista digital Zadig (agosto/23) que “la triangulación delirio-religión-política es muy convincente” ya que promete remediar las calamidades que nos azotan. Cuenta que un movimiento que apoyó la candidatura de D. Trump fue la New Apostolic Reformation, compuesta por ‘profetas’ que afirman mantener contacto con Dios.
¿Qué lo mueve a Milei? se pregunta N. Katzer en la misma revista: “Si ya nadie queda en pie, (…) la solución, fiel reflejo de los narcisismos de la época, es operar desde la propia Ley como excepción (…) para ustedes la regla liberal, para mí, Mi Ley-Milei”.
¿Deliran los líderes en Ecuador? Pienso en algunos nombres. (O)