Desde el año 2019 se vienen realizando trabajos encaminados a introducir una modalidad de cultivo de arroz en coexistencia con la cría de patos, clara demostración del ejercicio de la agricultura ecológica, es decir, sin recurrir a pesticidas químicos, utilizando elementos que la sabia naturaleza otorga. Son acciones impulsadas por el Ministerio de Agricultura con el apoyo del Programa Mundial de Alimentos y la cooperación francesa “Expertise France”, iniciadas con la capacitación de técnicos nacionales y agricultores en la República Popular China, en la reconocida Universidad de Hunan, centro de trabajo de Yuan Longping, famoso creador de los híbridos de la gramínea. Luego, implantaron parcelas demostrativas en las provincias de Manabí, Guayas, Los Ríos, El Oro y Loja, de las que se han obtenido resultados que prometen ser una viable solución al mejoramiento de ingresos de los agricultores, con protagónica participación de la mujer campesina.

Las ventajas se manifiestan en bajas de costos de insumos al no emplear agroquímicos, solo abonos orgánicos, mejorar la dieta proteínica poblacional a través del consumo de la exquisita carne y huevos de un ave de gran aceptación en las zonas rurales; se reducen significativamente las emisiones a la atmósfera, mitigando el efecto invernadero por el disminuido uso de productos químicos sintéticos, sin contaminar las aguas superficiales ni los acuíferos subterráneos. Una de las labores fundamentales en todo sembrío es el control de malezas y plagas, tarea que es cubierta con eficacia por pequeñas palmípedas que se introducen en las parcelas, se alimentan de ellas mientras que sus deyecciones descienden al fondo para enriquecer suelos desgastados a la vez que oxigenan las raíces con el incesante movimiento provocado por menudos patos.

Se trata de la coexistencia de especies de distinto reino que colaboran para desarrollar al arroz, un vegetal que proporciona protección y vivienda a un ave que se nutre con insectos dañinos y malezas competidoras del cultivo, favoreciendo a ambos y al entorno porque sus excrementos aumentan la fertilidad del suelo, mejoran su estructura y contribuyen a la preservación ambiental, proveyendo alimentos sanos para los seres humanos, sumando hasta alcanzar uno de los objetivos más sentidos de la comunidad internacional, esto es, llegar a la meta de hambre cero el 2030, que asoma aún muy lejana.

Este programa merece el reconocimiento de la sociedad, es una técnica ganadora en la medida que tenga respaldo gubernamental y no cese el aporte de la cooperación internacional, que no serían efectivos si no contasen con oficiales estatales que les han entregado dedicación, trabajo de campo con mística y pasión, aun rebasando las obligaciones laborales, como ha sido el accionar del ingeniero Erwin Gagliardo Veas, constituido en un especialista práctico, de respeto latinoamericano, requerido como calificado capacitador, al que hay que seguir apoyando con toda intensidad, unido a líderes agrícolas como Franklin León, propietario de una parcela con el sello de arroz pato, de la organización de agricultores Nueva Esperanza de Balzar. (O)