El próximo 3 de noviembre celebramos 204 años de independencia de la Corona Española.

Las nuevas condiciones meteorológicas que se han instalado en los últimos meses y cuya prolongación en el tiempo es un pronóstico científico, caracterizadas generalmente por un sol esplendoroso y una temperatura ambiental ideal para admirar y disfrutar de la ciudad, invita a que la gente salga de sus espacios internos y recorra las calles y los múltiples escenarios culturales. La urbe está reluciente llena de gente animosa que busca descubrir, conocer y entablar relaciones con los otros.

Funcionarios públicos locales, comerciantes, gente de turismo y ciudadanos que trabajan en diferentes ámbitos se esmeran para ofrecer a los vecinos locales y a quienes llegan como turistas un abanico de posibilidades de diversión y esparcimiento. Los primeros cumplen con la responsabilidad de garantizar la existencia de condiciones adecuadas para que la ciudad reciba a los visitantes con los mejores niveles de seguridad y comodidad en sus desplazamientos hacia Cuenca y durante su permanencia.

Los comerciantes siempre pendientes de hacer negocios, se preparan para ofrecer sus productos y venderlos a los posibles y futuros clientes. Ellos aspiran a alcanzar los mejores niveles de ventas para fortalecer sus condiciones económicas, prosperar y así compartir el resultado de su esfuerzo profesional con sus familias, satisfaciendo sus requerimientos y aspiraciones. Lo mismo acontece con quienes están en el sector del turismo. Se alistan para recibir a la gente con su mejor disposición, llenos de entusiasmo y esperanza, para conseguir los niveles más altos en la atención a sus clientes y así consolidar su fidelidad, porque les han brindado un trato excelente y ofrecido los mejores productos posibles.

La emocionalidad de los que se preparan y esperan, expectantes, para trabajar aún más en estas festividades, es como un gran bloque de positiva sensibilidad colectiva que caracteriza a los días previos a las celebraciones y alcanzará su máxima expresión cuando la gente llegue y sea atendida por quienes tanto se organizaron para hacerlo.

Cuenca es una ciudad muy hermosa, pese al estiaje agostador que sufrimos y que define el paisaje, sobre todo de los cauces de los ríos de la ciudad. La belleza de la urbe encanta y convoca a quienes somos de acá y añoramos los torrentes de los ríos –ausentes y ofendidos– a involucrarnos en acciones para tratarlos bien y no perderlos. Hemos decidido aplicarnos a fondo para que Guapondelig, Tomebamba y hoy Cuenca de los Andes, continúe siendo lo que ha llegado a ser. Es preciso cuidarla. Debemos transmutar nuestro amor por ella y convertirlo en conductas que la protejan como lo que es… la casa de todos. Es necesario fortalecer la conciencia colectiva respecto a la importancia del cuidado del agua y de la naturaleza. Debemos ser más ambientalistas, respetuosos de lo orgánico, más sabios en nuestros hábitos y pensar siempre en el impacto de nuestras acciones en el medioambiente.

¡Reina hermosa de fuentes y flores…! Tus hijos prometemos cuidarte para que tu cultura y tu belleza perduren en el tiempo. (O)