El acuerdo de paz por noventa días suscrito el 30 de junio entre el Gobierno nacional, la Conaie, Fenocin y Feine, contempla 10 puntos, a ser discutidos y resueltos mediante la conformación de las respectivas mesas de diálogo; plazo en el que se comprometieron a discutirlos y resolverlos. Las materias no solo abarcan temas particulares referentes a los conglomerados suscriptores, sino de toda la ciudadanía, que por la diversidad económica, y complejidad social de los mismos, se verá comprometida con los resultados de acuerdos en lo que no ha participado, y, que no son tales, sino imposiciones consentidas bajo la solapada amenaza diaria, de reeditar los sucesos de octubre y de junio.
Solo ante el repudio nacional e internacional por los excesos de las “movilizaciones”, cedieron. Compraron tiempo. Noventa días. Integraron condicionando las meses de diálogo. El Gobierno también respiró. Las últimas declaraciones de Iza y demás voceros de la Conaie, Fenocin y Feine ya presagian su fracaso.
Pretenderán al final, imponer al Gobierno las cláusulas imposibles. Argumentarán entonces que nada está acordado...
Hemos podido observar, que a pesar de las concesiones presidenciales, concluida las labores de las primeras mesas de diálogo, persistentemente, Iza, portavoz de las organizaciones suscriptoras, reitera en cada oportunidad, su desacuerdo y desilusión con los logros obtenidos, desmereciéndolos, y, dejando constancia del desagrado por sus resultados, en demérito de los esfuerzos desplegados por los integrantes gubernamentales de las mesas y de la Conferencia Episcopal, soslayando el previo acuerdo adoptado, que todos los temas, en los que no existió consenso, solo serán resueltos una vez concluidos todos los puntos aprobados en las 10 mesas, que le permite dilatar la ruptura.
Nada de todo es la consigna. Han dado un paso atrás con las mesas, para luego adelantar dos. La focalización de combustibles. Fomento productivo. Control de precios. Acuerdos parciales logrados ante exigencias absurdas. Su demora fríamente calculada, para ahora, anticipar plazos revisionistas. De los resultados de las mesas, se avizora que los desacuerdos serán mayores que los acuerdos. Pretenderán al final, imponer al Gobierno las cláusulas imposibles. Argumentarán entonces que nada está acordado mientras todo no esté acordado, y, por lo tanto, el fracaso de las mesas justificará nuevas movilizaciones.
Quien comanda los grupos negociadores jamás tuvo el propósito de llegar a convenios con el Gobierno. Espera concluya el plazo convenido, para culpar al Ejecutivo de engaños y de la inutilidad del diálogo. Convocar nuevas movilizaciones explotando igual que ayer, las frustraciones de los grupos representados en las mesas de diálogo, desestabilizar al Gobierno y sembrar el caos nuevamente, coludido con la oposición.
La crónica de esta tercera revuelta anunciada obliga al presidente Lasso a abortarla. Denunciarla oportunamente al país. Eludir la emboscada, pacientemente. Dialogar con las bases. Exigir el respeto a los acuerdos logrados reiterando su indeclinable posición ante las cláusulas imposibles formuladas. Preparar enérgicamente la defensa del orden público y del imperio del Estado de derecho. ¡Así confiamos! (O)