Ocurrió el viernes de la semana pasada. Estaba sentada en una de las bancas de la sala de preembarque del aeropuerto Mariscal Sucre, rumbo a Guayaquil, acompañada de otras ocho personas que teníamos el mismo destino. Personalmente, hacía mucho tiempo que no iba para esa ciudad. El viaje que estuvo programado hacía unos meses se canceló por los constantes asesinatos, robos, asaltos, por la violencia de la Zona 8. Pero como en la vida no hay plazo que no se venza ni deuda que no se pague, estaba ahí tomando un café y charlando con los demás viajeros.

Era evidente, como no podía ser de otra forma, que la conversación iba a girar en torno a la seguridad. Los ahí reunidos éramos de varias ciudades y todos queríamos saber qué es lo que está pasando en la mayor cantidad de sitios. Tras las historias, muchas con matices similares, otras que realmente dejan perplejo por el nivel de violencia, se puede tener una aproximación sobre cómo estamos afrontando el miedo. Esta vez les dejo cuatro historias, de Quito y Guayaquil, con las respectivas acciones de los ciudadanos.

1. En una escala de camino a Ecuador, luego de algunos inconvenientes por la conexión, una aerolínea ofreció un vuelo directo a Guayaquil. El vuelo, se explicó, debía llegar a las 02:30. A casi nadie de los pasajeros deseosos de llegar a sus hogares o cumplir sus compromisos de trabajo le interesó aterrizar a esa hora, por lo que decidieron incomodarse un poco y esperar un vuelo que llegara con la luz del día.

2. Esta fue la conversación entre dos personas que tienen perros y deben sacarlos a pasear diariamente. Una de ellas vive en la zona de la González Suárez, la otra en La Concepción. Coincidieron en que salen a las caminatas a no más de las 18:00. Ninguna lleva celular, pero sí algo de valor: una usa un reloj que no le daría pena perder y que sabe que puede entregar si alguien le asalta, para no ser lastimada; la otra admite que lleva entre 10 y 20 dólares que está dispuesta a dar sin poner reparos.

3. En la zona de El Recreo, los negocios cierran a las 18:00. Los dueños de los locales no quieren arriesgarse a ser asaltados. Ya pasaron unos malos momentos cuando empezaron a extorsionarlos con el pago de una tarifa para supuestamente garantizar su seguridad. Este último problema lo están conteniendo con la organización barrial y la advertencia puesta en varias calles de que cualquier ‘vacunador’ que sea atrapado puede ser quemado (linchado).

4. Por cuestiones laborales, uno de los presentes tenía que salir de viaje por la avenida Simón Bolívar para luego tomar la Panamericana y dirigirse a las provincias de la Sierra centro. Normalmente lo hacía alrededor de las 04:00, pero por pendientes que debía atender decidió salir a las 03:00 y tomar el camino de siempre. Esta vez tuvo compañía: cuatro camiones iban a gran velocidad escoltados de dos camionetas 150, sin placas y con los vidrios polarizados. Y otro auto un poco más pequeño que se puso junto a él y le hacía señales de que bajara la velocidad. El protagonista no ha vuelto a viajar a esas horas. Esta historia continuará. (O)