Como el título, eso es lo que propone el presidente de Rusia a Ucrania para terminar la guerra que él mismo desató invadiéndola. Que le entregue territorios en disputa y no se incorpore a la OTAN. Obviamente los ucranios han rechazado las propuestas y la guerra seguirá emponzoñando el mundo y con el peligro de que se vuelva mundial. Los países bálticos están más amenazados. Ya sufrieron invasión durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron que defenderse y vencieron.
Putin alega que sus exigencias a Ucrania tienen que ver con la seguridad de Rusia. Razón, o pretexto, siempre lo hay para justificar un ataque bélico. Hitler justificó la invasión a los países centroeuropeos alegando necesidad de espacio vital para su pueblo de raza superior. Invadió Polonia y desató el infierno. Más de sesenta millones de personas perdieron la vida, incluyendo los seis millones de judíos que asesinaron en el Holocausto. Es lo que ahora más tememos porque la guerra atómica puede destruir el planeta. Miles de millones de dólares consume esa nefasta guerra y todo el mundo sufre, incluyendo el pueblo ruso.
Por nuestro lado, el diferendo con México parece que seguirá por tiempo indefinido, a juzgar por las declaraciones de la presidenta electa. Exige disculpas públicas y que se le entregue al condenado exvicepresidente para asilarlo en su país. Esta condición es imposible. Se enfrentan dos principios universales y esenciales: el primero, la intangibilidad de las sedes diplomáticas, por la ficción de que son territorios inviolables del país que representan. Esta garantía es esencial para la paz mundial.
El otro principio es el de la cosa juzgada, que pone fin a cualquier litigio civil o administrativo y se aplica también al ámbito penal. Significa que las sentencias pueden ser apeladas para hacer justicia, pero tienen un límite, pues si no lo tuvieren las causas se pelearían al infinito. Cuando hay sentencia en firme se dice que causa estado y debe ser cumplida porque termina el proceso. Este principio es muy antiguo y todas las legislaciones del mundo lo mantienen por ser garantía de la paz social.
En el caso de Ecuador, el Gobierno lo hizo respetar entrando a la fuerza en la Embajada de México para regresar a prisión a un exfuncionario condenado por delitos contra la administración pública. Huyendo de la Justicia se había refugiado en la embajada de ese gran país amigo y había el peligro de una nueva burla al Ecuador. No justifico el acto de fuerza, nada más lo explico.
Tenemos con México grandes afinidades históricas. Nuestro don Vicente Rocafuerte intervino activamente en su política en los primeros años de independencia. Como su embajador en Londres y los Países Bajos, devolvió 200 patentes de corso que el Gobierno le había enviado para venderlas en el mercado. No es conveniente que un país que recién se incorpora al concierto mundial de las naciones manche su bandera autorizando corsarios, fue su razón para devolverlas.
Nuestro Código del Trabajo está inspirado en el mejicano. Tenemos mucho de su cultura y de sus expresiones idiomáticas. Es necesario dialogar, sin condiciones previas, como países hermanos. (O)