La respuesta al título es obvia: son indispensables mejores ingresos. La base: producir bienes y/o servicios que los demás valoran y están dispuestos a pagar más, lo cual requiere más productividad, esforzándose y manejando más eficientemente los recursos disponibles. El camino: inversión en tecnología, educación, innovación y más, lo cual pasa por el ahorro, sacrificio para adquirir medios necesarios para invertir. Ese es el ciclo económico personal (juntos es similar) para progresar: ahorro, inversión, esfuerzo, valor agregado y productividad.
¿Algo más? Claro, viene la pregunta: ¿y cómo unos lo logran y otros no? Empiezo con algo simple: suerte y circunstancias del entorno. Lo primero sin comentarios. Lo segundo: si uno nace en una familia con más recursos y oportunidades, sus probabilidades de éxito son mayores, y lo mismo si nace en una región más “avanzada”. Se aplica igual a los países: actualmente estar en Asia o haber estado en el entorno anglosajón en los últimos 200 años empuja en la dirección correcta. Es el “vuelo de las gaviotas”: unas van tomando el relevo de otras y se apoyan. América Latina quizás nunca ha sido suficientemente “portadora”.
Algo más que impacta: tener a algún pariente rico que reparte recursos y empleo, sin importar si es productivo. ¿Consecuencias? Lo sabemos: en su mayoría, cuando la fortuna del Tío Rico cambia, sus parientes terminan peor que antes, porque no aprendieron los principios básicos del primer párrafo; solo pocos combinan esos principios con el aprovechamiento de las dádivas y les va mejor. A nivel de los países se llama maldición o bendición de los recursos naturales; solo algunos los aprovechan (Ecuador menos que medianamente, ¡hay peores!), y más ampliamente se llaman “instituciones extractivistas”. La sociedad desarrolla mecanismos que la frenan porque los objetivos de sus miembros se tornan en “cómo puedo beneficiarme de esos recursos caídos del cielo” sin importar su buen uso.
Pero ¿más allá de suerte, circunstancias y Tío Rico? Obviamente los valores que nos guían al caminar y frente a los demás. Los hay más o menos positivos, y sobre todo los que permiten el avance individual y colectivo, mientras otros solo permiten lo primero y frenan lo segundo. Ejemplo la llamada “ética protestante” (también sin duda puede ser católica... o confucionismo asiático o valores burgueses), que entre otras cosas lleva a mayor esfuerzo, ahorro, frugalidad entendida como poca ostentación (“aparentar”, una de las razones de corrupción en el país), confianza y respeto a los demás (la puntualidad es un ejemplo), responsabilidad sobre todo de las élites en temas colectivos esenciales (los que tienen mayor influencia sobre los demás, lo cual falla donde nosotros porque no asumimos esa responsabilidad, y muchas veces son más bien ejemplos de lo contrario). Los valores vienen de familias, maestros, ejemplos, historias positivas (¿o negativas?) que nos contamos y en las que creemos internamente o entre todos, y más. Estas actitudes y valores, trasladados al país, se llaman institucionalidad (mecanismos de convivencia). Los Premio Nobel de Economía 2024 plantearon eso: lo esencial de las instituciones. ¿Comprensible porque así es la vida, no? (O)