En nuestra adolescencia, cuando escuchábamos a America, los Beatles, Supertramp, Carlos Santana, Chicago y Cristopher Cross, no pensábamos mucho en lo que íbamos a hacer en esta vida llena de experiencias, retos, aprendizajes, amigos y gente que nos motivan a emprender y contribuyen a que nuestro viaje sea divertido.

En este artículo hablaré sobre algunos de mis grandes amigos, aquellos que me impactaron y moldearon mi carácter, enseñándome sobre liderazgo y emprendimiento. El primero de ellos es Julio Macchiavello, compañero del colegio, quien a sus 15 años organizó las primeras olimpiadas del barrio del Centenario, realizadas en las canchas del Colegio Cristóbal Colón (CCC) allá por 1974. De él aprendí sobre iniciativa, ingenio y organización, ya que las olimpiadas fueron un éxito y Julio, a esa edad, se compró un auto nuevo marca Cóndor. Sin duda, él tenía lo que se denomina alma de emprendedor y el Killer look, –decisión para triunfar–.

Otra de las personas que influyó mucho en mi vida fue mi hermano Carlos, quien fundó varios negocios. Hace poco me encontré con su amigo del CCC Gustavo Ortega y recordamos cuando él lo cargaba hasta el aula porque por su discapacidad no podía subir a tiempo las escaleras para las clases. Fue el mejor en todo y su mente fue de las más poderosas y geniales que he conocido. Tuve el privilegio de ser su hermano menor engreído y aprendí de él que: a) no hay problemas que no se resuelvan, b) enfrentar la adversidad en la vida y en los negocios, c) entender que las personas fallan, d) conseguir los sueños pronto porque el tiempo es corto, e) el cielo es el límite, f) tener visión de futuro, g) actuar con ética y transparencia. Si he logrado emocionarlos, sigan leyendo sobre Jaime Chiriboga, Alberto Swett y William Castillo.

En 1994, Jaime, también compañero del CCC, me visitó en Quito y me propuso una sociedad cerca de Cayambe para sembrar y exportar rosas. Como yo era banquero en esa época no le presté atención y luego, cuando invertí en ese negocio, lo hice cerca del Cotopaxi, cometiendo uno de los errores de mi vida empresarial, porque esas tierras no eran las más adecuadas. Jaime ya no está con nosotros, pero a pesar de sus problemas de salud él era un visionario, alguien que nació con el ADN de emprender en el sitio apropiado.

Me falta espacio para hablar de Alberto Swett. Desde hace años está afectado por una enfermedad neurológica y un día me invitó a su casa para despedirse de mí, me entregó una carta sobre la amistad, que siempre la conservaré y me agradeció por ser su hermano del alma. Alberto, en cierto sentido, reemplazó a mi hermano mayor porque ambos me han enseñado a enfrentar la adversidad y a ser buena persona. Él fue pionero en Ecuador de la producción y exportación de mango de calidad.

Finalmente, no podía faltar uno de mis mejores amigos del CCC: William Castillo, Pucho, de quien admiro su gran fe católica, su carácter para formar su numerosa familia y su perseverancia en los negocios, que van muy bien. Tenemos el pacto de amigos: yo me iré primero de este mundo y emprenderemos hasta el final. (O)