Hace poco leía un post en LinkedIn escrito por mi hijo donde hablaba acerca de su maestría y sus experiencias en el transitar académico, pero mientras leía emocionada el fluir de su texto, me sorprendió la frase final que es la misma que da nombre a esta columna. Le pregunté ¿qué significaba? Y me dijo: “Esa frase es el nombre de un hito que hice en mi época de colegio y significa: hemos nacido para cosas grandes”. Me quedé pensando mucho en el concepto de esas palabras. ¿Hasta qué punto estamos conscientes y realmente convencidos de que podemos hacer grandes cosas? Temo que en muchas ocasiones lo pensamos, pero no avanzamos porque las excusas son nuestro primer freno. A veces, el temor nos ahuyenta pensando que no somos lo suficientemente buenos, pero es ahí cuando debemos trabajar nuestra mente.
De esta manera vuelvo a la idea de que la infancia es el momento más importante en la formación de un ser humano, ya que es en esa época donde las palabras se absorben como esponja y las acciones de terceros quedan grabadas en nuestra memoria. ¿Cuántas veces le hemos dicho a un niño que puede lograr todo lo que se propone? La mayoría de los niños sueñan en grande, a veces, los adultos pensamos que pueden ser ideas muy alocadas o tan lejanas e imposibles que convertimos en burla esos sueños sin advertir que estamos grabando en su memoria que soñar fuera de la caja es para tontos y empezamos a validar “sueños posibles” y encasillados desde nuestras limitaciones, sin reconocer que cada uno es amo de su destino. A veces olvidamos que somos las decisiones que tomamos, las acciones que concretamos y la palabra que cumplimos.
Por tanto, en este noveno mes del año creo que es importante recordar que nacimos para cosas grandes y que depende de nosotros lograrlas. Es necesario tener presente que nada es imposible mientras hayamos tomado la decisión de que suceda y para esto, el primer paso es tener clara cuál es la meta que queremos alcanzar. Cuando se tiene claro el destino, es más fácil buscar y encontrar el camino. También es importante abandonar viejos temores o creencias equivocadas sobre nuestra capacidad y lanzarnos sin importar lo arriesgado que pueda parecer, sino es ahora, ¿cuándo?, si no eres tú, ¿quién? La vida se va demasiado rápido para vivir atemorizados de cumplir aquellos sueños que nos ponen a temblar las piernas por el desafío que conlleva porque quedarnos en la zona cómoda no traerá ninguna satisfacción. Recordemos que todo lo valioso se encuentra venciendo el miedo. Así que basta de escuchar voces externas que nos dicen que no podemos, que ya es demasiado tarde o que estamos demasiado viejos.
En consecuencia estoy convencida de que es necesario vivir manteniendo el ímpetu de la juventud y la confianza de la niñez que nos hace creer que todo es posible, para no amilanarnos por el paso del tiempo y hacer esas cosas grandes para las que hemos nacido. Enseñémosle a los que vienen detrás de nosotros que rendirse no es una opción y que la vida solo tiene una sola vía y es hacia adelante, como decía Amelia Earhart: “Lo más difícil es la decisión de actuar, el resto es meramente tenacidad”. (O)