Dicen que la vida es una y que hay que disfrutarla, pero recuerda que tus derechos terminan donde comienzan los míos. Mira con el alma, escucha el sonido del amor, eso es lo que hace falta en este mundo caótico y no existiría tanta suciedad social. Debemos aceptar que tenemos parte de culpa por criar vagos, por volcar la atención en generar y olvidarnos de amar.

Las cárceles acaban siendo centros de perfeccionamiento delincuencial, pues de centros de rehabilitación solo tienen el nombre. Ciertas personas creen que es una gracia acabar en la cárcel, ahí viven acostadas, no generan, solo absorben recursos, se debe enseñar a ganarse el techo, la comida. En el mundo real el que no trabaja no come. Ellos, en cambio, no trabajan, hacen daño a la sociedad y comen, duermen... ¿A nadie se le ha ocurrido buscar la manera de enseñarles algo positivo?, ganen el plato de comida, que su paso por aquel lugar sea una lección, es necesario que entiendan que las cosas se ganan, no se exigen. Somos seres humanos y nos equivocamos, pero de eso al abuso hay kilómetros de distancia, robar, asaltar, lastimar, abusar, atentar contra la vida no es justo. Solo encontraremos guerra, en tanto sigamos pensando que poner límites y corregir trauma a los hijos o que tenemos obligación de mantener vagos. (O)

Publicidad

Aissa Pazmiño Real, técnica en marketing, Ambato