En el panorama actual, los países en desarrollo, sin excepción, se han convertido en colonias de una entidad que denominaremos “verdugo internacional”. Este verdugo, que suele comunicarse en inglés, no es otro que el soberano de las finanzas internacionales y, en particular, del crédito. Este crédito ha sido una carga constante para las naciones del llamado “tercer mundo”, donde los ciudadanos contribuyentes trabajan no para enriquecer a sus propios Estados y como consecuencia verse beneficiados con obras y legislación constante y sonante hacia un futuro mejor, sino para saldar una deuda externa perpetua. Una deuda impuesta por el verdugo, que se renueva con tasas de interés exorbitantes.
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Nuestro esfuerzo diario alimenta a este opresor, que no solo se sacia con nuestro trabajo, sino que también explota nuestros recursos naturales sin enfrentar represalias por sus actos. Mientras se beneficia a modo de usura de nuestros recursos, nos compensa con pagos ínfimos, despojando tanto al Estado como a sus trabajadores de un futuro próspero.
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El tirano en cuestión tiene tres lacayos, perros falderos adornados con collares, cada uno posicionado estratégicamente a la derecha, al centro y a la izquierda. Estos canes son premiados con el poder sobre las naciones que domina, disfrazando su dominio con la máscara de elecciones democráticas, limpias y justas. En este teatro político, los perros fingen luchar por el poder, solo para luego compartir el motín en armonía. Sin embargo, esta es una mera ilusión, ya que siempre le serán leales al verdugo, sin importarles la sociedad sobre la que ejercen su poder.
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A simple vista, podría parecer que existe una verdadera oposición política, pero en realidad solo hay simulacros dentro de un escenario controlado por el verdugo. Cuando una de estas mascotas asciende al poder, dependiendo de su posición ideológica, el representante de la “izquierda” provoca el caos: quiebra de empresas públicas y privadas, endeudamiento estatal con las instituciones de crédito internacional controladas por el verdugo, inflación monetaria, corrupción estatal y, en última instancia, la bancarrota material, monetaria y moral del país.
Luego, el turno es para el perro del centro, que actúa con indiferencia y cinismo ante los problemas heredados, allanando el camino para que el descontento social prepare el escenario para el último perro, el de la derecha. Este último, vende o privatiza todo lo que antes enriquecía al Estado, abriendo las puertas de par en par a la inversión internacional, que compite deslealmente con la inversión nacional no afiliada al consorcio internacional del verdugo.
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El verdugo controla la fuerza pública, las leyes y quién entra y quién sale del juego del poder. Con sectas, logias y un sinfín de herramientas para mantener o sabotear el poder, nos encontramos, sin darnos cuenta, en una dictadura de estilo triunvirato, pero a escala mundial. (O)
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Anthony Steven Ramia Mantilla, Tabacundo