La experiencia nos ha enseñado que nuestro sistema de justicia ha sido un fracaso. Muchos jueces (no todos por fortuna) se ven tentados y caen en la tentación de la corrupción, sea por posicionamiento, dinero o miedo, pero sucumben. La gran mayoría de los que sucumben, según lo visto, lo hacen por dinero.
Los políticos, si realmente están interesados en corregir estos comportamientos, deberían proponer un cambio radical, que, si no elimina este problema, al menos lo disminuya a un mínimo porcentaje.
Próximo mandatario, ¡hay asuntos pendientes!
Durante toda nuestra vida republicana, el problema de la corrupción de algunos jueces ha sido una constante, lo que afecta la confianza en la justicia, tanto por parte de connacionales como de ciudadanos extranjeros, y lo que es más grave, ahuyenta la inversión extranjera.
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Quienes deben ser los arquitectos de la justicia son los políticos, y ellos deben hacer propuestas, con imaginación y conocimiento, de cómo cambiar esta realidad que nos agobia.
No puede ser que con mucha frecuencia nos sorprendan con nuevas actuaciones de jueces que siembran dudas sobre su idoneidad.
Creo que un cambio radical y de posible solución sería la generación de jurados en los procesos de juzgamiento. Esta propuesta se planteó hace muchos años, y, el actual presidente de la República lo mencionó en el debate de 2023, luego de la muerte cruzada, pero no ha insistido durante su presidencia.
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No somos el producto de lo que otros dicen que votamos
El hacer este cambio, hacia la implementación de jurados en los juicios, eliminaría la sola potestad de una persona para tomar la decisión sobre el futuro de cualquier acusado, eliminando también la facilidad que significa el influir a una sola persona para obtener un dictamen favorable.
Estoy consciente de que un cambio de esta naturaleza implica modificaciones constitucionales, legales, de procedimientos, pero permitiría que las decisiones sean tomadas por un grupo de personas, escogidas al azar, con muchas menos posibilidades de ser presionadas para que tomen alguna decisión que favorezca a alguien, o de ser susceptibles de ser sobornadas.
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Este cambio debe ser bien pensado y significaría un cambio de rumbo total en el sistema de justicia, pero nos libraría de los bochornosos y frecuentes espectáculos que confirman que hay jueces que venden sus dictámenes al mejor postor. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito