No existen partidos políticos bien estructurados, con doctrinas organizadas permanentes y con disciplinas, que garanticen la concepción y aplicación de los planes de gobierno. Es decir que, hace muchos años, algunos partidos o movimientos políticos fueron activos e influyentes, como el velasquismo, Concentración de Fuerzas Populares (CFP), liberalismo de Alfaro, conservadores, partidos fuertes y organizados que no se agotaron con una elección. Necesitamos políticos bien estructurados, con doctrinas bien basadas en principios filosóficos y sociales. No queremos grupillos audaces y oportunistas, que se improvisan de la noche a la mañana para ver si pescan algo, con crueles campañas perversas, con fines de dividir los votos electorales. Los ejemplos de decenas de grupos y partidos políticos que lo ejecutan. El sistema vigente permite la supervivencia de estos partidos, sin ideologías, sin estructura orgánica, que garanticen un ejercicio democrático interno y pleno. Actualmente, muchos partidos son solo membretes, con dueños que están a la espera de que cualquier aventurero de la política los busque para llegar a un acuerdo, darles cargos públicos o cumplir determinadas consignas.

Eliminar afiches y pancartas electorales

Además, estas personas que se inscriben en las listas de candidatos, para terciar para algunas dignidades, sin trayectoria de servicio o de participación, en la esfera pública, beneficiándose del aporte estatal, para hacer campaña. Así mismo, los resultados de la última votación dejaron un claro mensaje: el electorado ya no quiere muchos candidatos improvisados, de alquiler, o de los que solo buscan figuretear o conseguir réditos económicos. Dos candidatos pasaron a la segunda vuelta, con un empate técnico, y el resto (14 candidatos) entre todos lograron menos del 12 %. Es una vergüenza y una experiencia para la gran feria de candidatos. Por lo tanto, es urgente, entonces, que la sociedad ecuatoriana demande a la clase política y exija a las autoridades hacer una reforma legal y constitucional para poner fin a este sistema absurdo, de Ripley, por uno que garantice un sistema de partidos reales y coherentes, para fortalecer la democracia y no les cueste tanto dinero al Estado. (O)

Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil