La centroderecha no termina por decantarse por uno de los múltiples candidatos de la tendencia que surgieron en la escena preelectoral. Quedaron en el camino Jaime Nebot, Otto Sonnenholzner y Álvaro Noboa. Sigue en pie Guillermo Lasso, y pendiente la decisión de si el Partido Social Cristiano (PSC) lanzará o no candidato a la Presidencia.

El futuro de Lasso, y de la centroderecha, depende ahora de la postura socialcristiana, en un escenario donde las cartas están jugadas: ni Lasso ni un eventual candidato/a del PSC tendrán, si corren por separado, la fuerza para convertirse en una postura robusta en la escena electoral. Lasso, que en medio de la avalancha de nombres sufrió una crisis identitaria –con eso de la cervecita– se jugará por una tercera vez con unas cifras poco alentadoras y un voto rechazo muy alto (como el de todos los candidatos, dicho sea de paso). La única opción en el camino para una eventual concertación de la tendencia sería el renunciamiento del PSC a presentar candidato propio.

Todos los sectores de la centroderecha saben que solos no van a ningún lado, por eso seguramente muchas postulaciones salieron del escenario. Lo que se juega en este momento es la posibilidad de revivir la candidatura de Lasso convirtiéndolo en un eje articulador de la tendencia, en una suerte de reedición del Frente de Reconstrucción Nacional de 1984. ¿Qué le aportaría una alianza con el Partido Social Cristiano? Ampliaría el espectro de su base social y política, le daría una conexión más sólida a una derecha con arraigo popular en Guayaquil y la Costa, y matizaría su imagen de un banquero obsesionado con la presidencia, siempre dispuesto a jugar en solitario. Hay líneas generales, además, que los identifican: un cierto liberalismo antiestatista en lo económico, una visión de tutelaje paternal sobre las clases bajas –con distintos tonos– y un conservadorismo moral en temas como el aborto, la identidad sexual y el manejo del cuerpo por parte de las mujeres, también con matices diferentes. Sobre estos tópicos, Lasso se presenta todavía más cerrado y conservador como reflejan la elección de su candidato a la vicepresidencia –debió ser una mujer– y su reciente pronunciamiento sobre el Código de la Salud, donde habla del aborto como crimen.

Que la centroderecha se una, se fortalezca, salga de sus enfrentamientos personales, fusione tradiciones viejas y nuevas; que se constituya en una fuerza robusta, democrática, pluralista y más liberal, servirá para ordenar el escenario político en medio de tanta fragmentación e incertidumbre. Aunque Lasso repite que su partido tiene estructura nacional e internacional, no exhibe cuadros políticos. CREO respira y ve a través de Lasso, su única voz. Una alianza con el PSC les obligará a las dos agrupaciones a revisar algunos de sus presupuestos y visiones.

Los obstáculos para un acuerdo siguen estando en el personalismo de la política ecuatoriana y en el convencimiento de que basta llegar a la Presidencia para gobernar. Pero ahora más que nunca, en el contexto dramático del Ecuador, la capacidad de gobierno no vendrá de un juego en solitario, sino de la habilidad y lucidez para formar alianzas. (O)