No somos marionetas, sino seres conscientes, libres y responsables; con derechos y deberes; como actores inmediatos de nuestro presente y de nuestro futuro. A lo largo de la historia la sociedad ha adoptado diversos sistemas de gobierno, con mayor o menor derecho de las personas a participar como actores. Todo sistema de gobierno deja de ser humano cuando desvincula de la conciencia el nexo entre deberes y derechos. La democracia es un sistema, radicado en la unión indisoluble entre derechos y deberes para la realización de la persona y para servicio del pueblo, de los ciudadanos. El ejercicio de derechos y deberes (de corresponsabilidad) madura la democracia y la aleja de la demagogia. La demagogia ocupa actualmente un espacio cada vez más amplio; adormece la conciencia de la unión de derechos con obligaciones.

Algunos “políticos” adormecen la corresponsabilidad para poder hablar en nombre del pueblo, sin su control y con su aplauso. En Grecia se dio el nombre “Democracia” al gobierno orientado por dirigentes elegidos, consciente y libremente, por todos los miembros del pueblo, también por los de a pie; elegidos para servir a todos los ciudadanos. Todos los ciudadanos tienen el derecho y el deber de elegir. Todos, también los que los descuidan, son corresponsables de éxitos y fracasos.

La democracia madura en proporción a la formación integral del mayor número de ciudadanos. Por este derecho de elegir, los ciudadanos son la fuente inmediata del poder. Este derecho de participar en la elección de los que ejerzan el poder crea en los electores la obligación de conocer, de reflexionar, de elegir libremente.

Una democracia sin formación integral de los ciudadanos es una democracia ovejuna. Democracia es una de las palabras más usadas, especialmente en tiempo de elecciones, por los que, más que servir al pueblo, lo adulan, lo infantilizan, lo adormecen, pintándole un futuro mejor sin los elementos de esfuerzos y beneficios compartidos. Para que madure la democracia, los candidatos debieran exponer, proponer y justificar desde la globalidad de la realidad: -Cuáles son los valores sociales que privilegian y que los unen en Partido para el bien común. -El objetivo de las obras, en cuyo inicio, o en cuya continuación se comprometen en su mandato. -El costo global de la obra debiera ser estudiado por expertos y aprobado y no modificado, sin justificación de expertos independientes. -El que continúa una obra ya en curso, estudiada, aprobada, debiera ser más valorado que el que la inicia. -Quienes realizan obras con cálculos ficticiamente elevados, y sus cómplices en los diversos niveles, prostituyen la democracia. Debieren ser borrados de la lista de posibles candidatos y contratistas. No sirven para servir al objetivo de la democracia: el bien común. -Quienes defraudan el bien común, pequeños, grandes, debieran ser medidos por la justicia con la misma vara. El pueblo no acepta que se le exija honradez, mientras grandes personas han previsto su presente y su futuro con abundantes bienes, que “legítimamente” han sacado al extranjero. -Sin el ejemplo de los poderosos no se puede combatir la creciente corrupción. (O)