En estos días, las denuncias de corrupción se suceden una tras otra, todos hablamos de eso, por lo que es interesante recurrir a lo que significan las palabras. Corrupción es la acción de corromper o corromperse. Corromper, entre otras acepciones es, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Echar a perder, depravar, dañar o pudrir algo”, “hacer que algo se deteriore”. “Oler mal”.
Cuando criticamos la corrupción de la que hablamos, nos referimos a los hechos delictivos cometidos por funcionarios y autoridades públicas que abusan de su poder e influencia para hacer mal uso intencional de los recursos públicos para beneficio propio.
El origen de la palabra corromper está en el término latino corrumpere, que significa “romper completamente algo”. Cuando algo se rompe, puede quedar inservible o se lo pueda arreglar para que vuelva a servir.
En este caso, lo que se ha roto, porque estaba “echado a perder, depravado, dañado y podrido, deteriorado y huele mal”, es la moral social y ante eso solo nos queda admitir que, en pedazos, ya no nos sirve para la convivencia en una sociedad justa y libre que pueda lograr el desarrollo de cada uno de sus integrantes con equidad y respeto a su condición humana y que, por lo tanto, lo que podemos compartir es el mal olor que crecerá y se volverá insoportable. O que asumamos la responsabilidad de arreglarla para que recupere su integridad y la moral social vuelva a funcionar y permita construir una vida colectiva en paz, confiando los unos en los otros, con la tranquilidad de que nuestros bienes comunes no serán asaltados y trabajando juntos para un mismo fin: un país justo, libre, próspero del que todos los ciudadanos nos sintamos responsables.
Eso nos corresponde a todos y comienza por un autoexamen de nuestra conciencia ética, pues es a partir de ella que construimos la vida individual y colectiva y que permitimos o no la impunidad legal y social. (O)