Por: Marcelo Lazo Salazar

Hace más de 70 años existía en el Ecuador el Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (SNEM), unidad encargada de combatir el paludismo y enfermedades provocadas por varios vectores, como dengue, Chagas, malaria. Era una institución completa, cuya dirección general y la jefatura de Epidemiología y operaciones de campo, se encontraban en Guayaquil. Tenía oficinas y personal en todas las áreas maláricas.

Las actividades sobre el terreno se realizaban en siete zonas, para lo que se contaba con brigadas de rociados, evaluadores, entomólogos, personal de laboratorios, administradores y choferes. Entre 1990 y 1993 se protegieron 200 000 viviendas, cada año con el rociado o fumigación y la aplicación de larvicidas en los criaderos. Además se tomaban muestras de sangre para evaluar la evolución de la enfermedad.

La incidencia malárica en el Ecuador sufrió variaciones cíclicas, en las que el Ministerio de Salud Pública, responsable ante el SNEM, realizaba la programación, ejecución, supervisión y evaluación destinada al combate del paludismo.

Los esfuerzos gubernamentales, con presupuesto nacional, fueron apoyados por la Agencia Internacional de Desarrollo (AID), durante algún tiempo y se programó realizar el Centro de Control de Enfermedades producidas por vectores.

El Ministerio de Salud de entonces y su Subsecretaría trabajaron conjuntamente con la Organización Panamericana de Salud (OPS) y la Agencia Internacional para el Desarrollo para programar el Centro de Control de Enfermedades producidas por vectores y, para orgullo del Ecuador, las organizaciones internacionales se pronunciaron para que sea el centro, no solo para nuestro país, sino que sea sede para los países andinos. Funcionaba en la península de Santa Elena, en un edificio a la salida de La Libertad, que hoy ocupa la Alcaldía de ese lugar.

No podemos olvidar que para el control del paludismo y enfermedades producidas por vectores se usaron toldos impregnados con piretroides, que habían tenido éxito en otras partes del mundo para el control del paludismo y otras enfermedades producidas por vectores. Existe evidencia documentada del éxito de esta campaña, los toldos impregnados tuvieron muchos efectos beneficiosos, demostrando la disminución de la incidencia de la picadura del mosquito y de los ataques maláricos.

La falta del Servicio Nacional de la Erradicación de la Malaria ha dado lugar a un incremento muy elevado de los casos de dengue; según indican las estadísticas, en estos meses se han presentado 1100 casos por falta de servicios básicos y se tiende a confundirlo con el coronavirus COVID-19, por su sintomatología similar, como malestar general, fiebre, etcétera.

Se requiere, como ya se tuvo, investigación en la que participen epidemiólogos, entomólogos, es decir, personas especializadas que sepan cómo actuar frente a epidemias, como la que actualmente nos azota, pero el Gobierno anterior desmanteló entidades guayaquileñas que en la actualidad hubieran servido para combatir y disminuir la incidencia de la pandemia producida por el coronavirus. Me refiero al Instituto Nacional de Higiene (INH), el Hospital Valenzuela que la ciudadanía reclama y el Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria, que he recordado en este artículo. Han pasado tres años y la ciudad y el país no han recuperado instituciones indispensables. Es hora de que el Gobierno actual tenga menos palabras y más acciones. (O)