Atravesamos la peor crisis sanitaria en la historia de la humanidad, lo que nos lleva a una hecatombe económica de la que no saldremos si el mundo no se une para enfrentar, primero, la enfermedad y, segundo, los efectos económicos incalculables de la pandemia. Enfrentar en el país la enfermedad supone el diseño y planificación de infraestructura de hospitales con suficientes habitaciones, salas de cuidados intensivos, doctores, enfermeras, medicamentos, equipos para evitar el contagio y personal de apoyo; panteones, funerarias y personal de logística para la atención de los contagiados con virus, además de etapas de cuarentena y movimiento restringido de la población solo para abastecimiento de alimentos y medicinas, pero en un país con alto nivel de habitantes bajo las clasificaciones de pobres y debajo del umbral de pobreza debemos añadir las necesidades de alimentos para esa población cuyos ingresos dependen principalmente de la venta de productos en la calle y de las personas sin hogar que requieren comida y alojamiento. Cubrir estas necesidades implica inversión y gastos no cubiertos en el presupuesto del Estado, para cuyo financiamiento se requiere una receta combinada de sacrificios del Estado, del sector privado beneficiado o no afectado por los efectos del virus y el importante apoyo a largo plazo del FMI, Banco Mundial, BID, CAF, etc., con préstamos que contemplen no solamente la etapa de desarrollo, disminución y terminación de la pandemia sino también las necesidades de líneas de crédito de reactivación de los sectores productivos más afectados por el mal. Enfrentar la etapa de reactivación demanda tomar acciones inmediatas iniciando con negociaciones con los organismos multilaterales de crédito y FMI, identificación de los sectores productivos de mayor riesgo financiero que requieran de líneas de crédito de Capital de Trabajo de largo plazo para compensar lo perdido durante la crisis y reiniciar las operaciones productivas, única forma de asegurar el empleo y futuro crecimiento de la economía. Resolver la problemática causada por el virus es imposible sin que el país prepare un Programa de Reactivación del Sector Productivo, lo acuerde con los organismos multilaterales de crédito y obtenga la liquidez necesaria para lograr la recuperación de la economía en el mediano plazo y el pago de los créditos en el largo plazo, a tasas de interés subsidiadas.

Para lograr transparencia, independencia de criterio y objetividad en la administración de la Línea de Crédito para Reactivación Productiva, los fondos serían recibidos por la Corporación Financiera Nacional en su cuenta corriente en el Banco Central, en calidad de Banca de Segundo Piso, cuyo propósito es otorgar Líneas de Crédito a la Banca Privada, Banca de Primer Piso, para que esta, bajo su responsabilidad y riesgo, otorgue créditos directos a los clientes pertenecientes a los sectores deprimidos identificados en el respectivo Reglamento para Otorgamiento de Crédito diseñado por la CFN y el Banco Central. El propósito del crédito solicitado, su prestigio de cumplimiento, seriedad y capacidad de pago en el periodo de los créditos serán básicos para que la banca califique positivamente a las empresas que lo requieran. Convertir a la CFN en Banca de Segundo Piso no es un nuevo experimento, pues se desempeñó como tal desde fines de 1994 hasta agosto de 1996, gobierno del Arq. Sixto Durán-Ballén.

Es importante tomar en consideración que en un esfuerzo mundial por lograr superar la pandemia y tomar medidas para alcanzar la reactivación en el menor plazo posible, los ciudadanos y el Estado debemos aceptar los sacrificios que nos impone resolver la grave situación de pandemia y crisis económica que enfrentamos.

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En un esfuerzo mundial por lograr superar la pandemia y tomar medidas para alcanzar la reactivación en el menor plazo posible, los ciudadanos y el Estado debemos aceptar los sacrificios que nos impone resolver la grave situación de pandemia y crisis económica que enfrentamos.