Mi padre, el Dr. César Antonio Carrillo Védova, médico de profesión, quien, a través de este espacio durante los últimos años escribió artículos de interés sobre diversos temas de actualidad, hoy ya no está; levantó sus alas y acudió al llamado de Dios. Sin embargo, si nos ponemos a reflexionar sobre la forma en la que se nos fue, tenemos que detenernos a pensar en las ironías del destino. Mi padre, médico por vocación, salvó la vida de tantas personas durante sus años de excelente trayectoria profesional y cuando necesitó de sus colegas, se le dio la espalda.
Si bien la pandemia del coronavirus que azota a nuestra ciudad tiene a todos los profesionales de la salud ocupados en salvar vidas, no debemos olvidar que el presidente de la República garantizó que “todos los ciudadanos que necesiten atención médica deberán recibirla”. Mi papá no tenía coronavirus, pero sí tuvo una insuficiencia respiratoria que debía ser atendida de manera urgente por su condición de ser un paciente delicado con antecedentes de enfermedades como la diabetes y la hipertensión arterial. La emergencia que afectó la condición de mi padre se produjo el 19 de marzo, a las 18:30, estando en vigencia el toque de queda ordenado por el Gobierno Nacional. Se llamó al 911 para solicitar una ambulancia, recibiendo como respuesta que no era posible enviarla porque no había unidades disponibles. Por lo delicado de la situación, en la desesperación de su familia, decidimos trasladarlo de manera particular hasta una casa de salud. En el trayecto, a la altura de la avenida del Bombero y con la ayuda de miembros de la Policía Nacional, se contactó a una ambulancia del Cuerpo de Bomberos para que le dieran el soporte que necesitaba. Así se lo trasladó hasta la clínica más cercana, donde un médico que se olvidó del juramento de Hipócrates dijo desde la puerta de rejas que no podían recibirlo. Trasladamos a mi padre hacia otra clínica, cuando llegamos a emergencia, se comprobó que mi padre ya no tenía signos vitales y fue declarado muerto.
De más está relatar el dolor que vivimos los miembros de su familia. Nada nos devolverá a nuestro amado papá, pero es mi intención primero dejar un testimonio de gratitud a tantos héroes de la salud que están luchando día a día por salvar la vida de tantos afectados por esta pandemia, pero también es mi intención levantar una voz de protesta para que las autoridades de la salud investiguen a estos “médicos por obligación” que se negaron a prestarle los primeros auxilios a mi papá, lo que hubiera servido para salvarle la vida.
Hasta siempre, amado papá. Ya no podrás escribir otros artículos de opinión en este espacio, pero escribí por ti y para ti, inspirada con tus ideas y tu pluma desde la eternidad. (O)
María Elena Carrillo Ortega,
abogada, Guayaquil