La más importante función natural, sustento de la humanidad, es la fotosíntesis, nos la fue enseñada por entusiastas profesores en los últimos años de la escuela y en los primeros del colegio, algunos tuvimos la oportunidad de estudiarla más a profundidad durante la formación universitaria, lo cierto es que no olvidamos su sencilla definición escolar que decía que la casi totalidad de las plantas la realizan, absorbiendo dióxido de carbono del aire, expeliendo purificador oxígeno y, con intervención de la energía solar y agua, generan compuestos alimenticios fundamentales para la supervivencia del mundo.
La siembra de vegetales, ornamentales o productivos, constituye una forma idónea para reducir, por la fotosíntesis, los altos niveles de dióxido de carbono presentes en la atmósfera, corresponsable del cambio climático, lo que impulsa a los líderes de las comunidades a poblar cada vez más los espacios vacíos con especies arbóreas o no, captadoras de carbono, no solo por sus visibles partes aéreas, sino también por las raíces y el propio suelo donde se anclan. La tendencia actual es plantar en las terrazas y cubrir las fachadas de las edificaciones con especies trepadoras, con múltiples funciones como mitigación del candente clima, disminuir los perturbadores ruidos y dar vida al entorno, pintando de verde natural las pobladas urbes.
Los huertos urbanos, capaces de copar cualquier superficie sin uso de las ciudades, crean un panorama multicolor por sus hojas, flores y frutos, engalanando terrazas, balcones, azoteas, parterres, patios, paredes y muros; son recomendados para neutralizar el estrés de quienes los cuidan y admiran, facilitan la comprensión y el respeto hacia la naturaleza, siendo una fuente segura de ingresos, complementando una balanceada dieta alimenticia. Bastan seis metros cuadrados, sembrados escalonadamente con hortalizas y vegetales, para suplir los requerimientos de esos nutrimentos a una familia de cinco miembros durante todo el año.
Es en esta corriente de bienestar ambiental y lucha contra los efectos del calentamiento global que se inscribe la ordenanza guayaquileña publicada en la Gaceta Municipal n.° 101, el 13 de mayo de 2019, que crea significativos estímulos a través de reducciones tributarias y autorizaciones para aumentar unidades de vivienda, en las edificaciones actuales o en las que están por construirse o en aumentos o remodelaciones, siempre con criterios sustentables, con lo cual se institucionaliza una política de convertir a la ciudad en una comunidad verde natural, no solo por los planes de arborización, sino también con las terrazas y fachadas cultivadas, los huertos y jardines urbanos comunitarios y familiares, de creciente acogida.
Desde luego, en todos estos afanes es esencial seleccionar adecuadamente las variedades a utilizarse, dando preferencia a las que por su propia naturaleza captan una mayor cantidad de CO2 y filtran otras sustancias contaminantes, allí se explica que Guayaquil haya optado por árboles frondosos, nativos, de hojas cerosas, descartando a las palmeras, que almacenan también carbono, pero en cantidades reducidas por su bajo volumen de biomasa o masa biológica, no teniendo sustento técnico, los escasos cuestionamientos a esta acertada decisión municipal. (O)