En nuestra tradición, el 31 de diciembre sirve como un día de reflexión sobre todo lo que ha sucedido en el año. Por medio de la quema de los años viejos, hay quienes creen que todo lo malo también se irá, pero el Gobierno ecuatoriano no tendrá la misma suerte el 2020.
Las secuelas de la mala administración del correísmo seguirán presentes, sobre todo en materia fiscal, porque salir del endeudamiento que provocaron los 10 años de despilfarro se vuelve cada vez más difícil y duro para los ciudadanos, que al fin y al cabo son quienes asumimos las consecuencias por medio de la reducción de nuestros ingresos, impuestos y restricciones.
El día de Navidad el FMI desembolsó los prometidos 500 millones que ayudarán a relajar la presión fiscal. Las manifestaciones que se han dado a lo largo de la región y la inconformidad social con ciertas medidas económicas, llevaron a nuestro gobierno y al FMI a acordar que las metas del cumplimiento del acuerdo financiero serían revisadas.
Haber cerrado el año con números negativos no debe de sorprendernos, ya que era más que obvio que 2019 no sería un año de bonanza. Los desmanes producidos durante las protestas de octubre pasado, le costaron al país pérdidas de alrededor $800 millones, en solo 11 días. De acuerdo a las proyecciones, el crecimiento del PIB se espera sea de 0,7 %, valor que no representa una recuperación real. Estudios indican que la generación de empleo solo se produce a partir de tasas de crecimiento del 1 %.
La inestabilidad política también será un reto para este nuevo año. Acabamos de conocer que la Asamblea Nacional no determinó responsables del paro mencionado anteriormente. El no señalar responsabilidades políticas demuestra la vehemencia con la que ciertas bancadas siguen protegiendo los intereses de políticos disruptivos, que olvidaron hace mucho tiempo el propósito del servicio público: alcanzar el bien común. Por esta razón, los dirigentes de la “revolución ciudadana”, Paola Pabón y Virgilio Hernández fueron liberados como un regalo anticipado de Navidad, a pesar de ser procesados por rebelión durante las protestas.
Otro tema que no debemos obviar es que 2021 será año electoral y, por tanto, en este año empezarán a surgir las diversas campañas presidenciales de todos los interesados en ocupar el mayor cargo de la nación. Estas elecciones se van a regir por un Código de la Democracia reformado positivamente por la Asamblea. Por ejemplo, estas serán las primeras elecciones en las que los ciudadanos tendremos derecho a ver a los candidatos enfrentarse en debates televisivos obligatorios. Sin duda, es un buen esfuerzo para acercarse a los estándares democráticos de los países de la OCDE.
En definitiva, del éxito de nuestro país frente a los retos de este año 2020 va a depender la consolidación de nuestra recién recuperada democracia. Es decir, lo que hagamos este año va a marcar no solo nuestro futuro más cercano, sino también el largo plazo de nuestra nación. No cometamos (demasiados) errores. (O)