El ser humano busca trascender su finitud. Algunos lo hacen movidos por fuerzas inconscientes y otros porque creen haber sido elegidos para un destino. Pero todos saben que el olvido más temprano que tarde los sepultará definitivamente aunque no mueran físicamente. Cuesta admitir esta razón de vida o de muerte, pero mucho más a los que redujeron el poder al disfrute, la revancha y el ejercicio de un resentimiento cargado de odio con el que buscaron no pasar al olvido aunque luego solo se acordaron de eso y no de lo poco bueno que intentaron materializar para sus pueblos. Esa lucha entre el pretender vivir en el recuerdo de su pueblo y el inicio de un olvido que sepultará su paso es la lucha más cruenta y difícil que libran en su interior gobernantes en desgracia como Correa o Morales. Se atan a lo que queda del recuerdo pero saben perfectamente que el olvido está mucho más cerca que recuperar un poder que ya comienza a desaparecer en el olvido.

Morales quiere volver a Bolivia en unos comicios marcados para marzo y pretende erigirse como jefe de campaña desde una Argentina de su exilio que no olvida porque pasó sus años de hambre adolescente en ese territorio donde viven miles de sus connacionales, muchos de ellos escapando de su mismo ejercicio de poder de más de una década. Lo hace también no solo porque le queda más cerca que México sino porque está seguro de que la distancia entre el afecto y el desprecio de su pueblo queda más distante en la medida de su cercanía física al país que todavía cree que sigue siendo el mismo que dejó antes que el fraude, la manipulación y el enojo de su pueblo ganaran las calles y lo forzaran a renunciar. En este torbellino de emociones la distancia sirve para poner en orden las cosas, la cercanía miope sin embargo todo lo vuelve borroso, oscuro y falso. Ya no son las mismas condiciones de antes y eso además de él lo sabe el gobierno anfitrión que tiene que administrar sus propias contradicciones en torno a lo que Morales puede o no hacer en territorio argentino. Lo de los comicios de marzo servirá para mantenerse en el recuerdo de la gente y no perecer en el olvido. Si pierde, acusará de fraude y cualquier resultado que parezca victorioso se achacará a sí mismo para mantenerse vigente. Las investigaciones de corrupción de su largo paso por el poder servirán para recordarle que tiene una cita con la misma justicia que manipuló y que ahora muchos de sus funcionales operarán del otro lado para no dejarlo en paz.

Si la racionalidad guiara los pasos de nuestros gobernantes, el apego a la ley fuera la norma y la acción de gobernar estuviera orientada hacia el bien común, no se repetiría de forma tan aburrida este protocolo vergonzoso de una democracia adolescente que rechaza toda posibilidad de madurar y de crecer. En la acción de mantener la memoria todo será contradictorio para el que la pretende. El tiempo lo desgastará tanto que su premura será su freno y sus ansias de retorno lo consumirán por dentro, de la misma manera que ese odio larval llamado resentimiento se había convertido en su mejor combustible antes de alcanzar el poder y luego al ejercerlo.

Para los caídos nada es tan doloroso que el olvido y la injusta recordación de sus mejores obras. Lo peor es que tenemos memoria corta y tanto Morales como Correa solo tienen en el recuerdo de la gente la fragmentación, el robo y el fraude que precedieron su camino al olvido. (O)