Correa dice que “es imposible aceptar que una persona que se prestó junto a su esposo a la traición de Moreno… se la proponga para la OEA… es otra puñalada a la Revolución Ciudadana”. Las acusaciones de traiciones entre compadres y comadres dejan perpleja a la ciudadanía, y dan lugar a muchas conjeturas, porque María Fernanda Espinosa fue canciller tanto de Correa como de Moreno; hasta podría conjeturarse que se quiere engañar a Moreno, y a otros, con una pretendida separación entre Correa y Espinosa, para que, finalmente, apoyen la candidatura de esta a la Secretaría de la OEA. Algunas personas me han dicho que eso no es posible porque el gobierno de Moreno ya se ha pronunciado por la reelección de Almagro. Yo les he recordado que allá en los años noventa, el presidente Sixto Durán-Ballén, por amistad personal con los embajadores de Costa Rica en Quito, respaldó la candidatura de Costa Rica a la Secretaría de la OEA, luego, obligado, cambió su respaldo a la candidatura de Rodrigo Borja, y, a continuación, abandonó a Borja y apoyó, nuevamente, a Costa Rica. Por este motivo, el Congreso destituyó al canciller ecuatoriano en la interpelación que yo sostuviera. En medio de esta confusión, hay que observar que la candidatura de Espinosa ha sido presentada por dos diminutos Estados del Caribe, alineados con Venezuela, que les provee de petróleo. Espinosa, como canciller del presidente Moreno, sostuvo, fervorosamente, la reelección de Maduro y, también, la convocatoria inconstitucional de una Asamblea Constituyente; ha defendido a la sanguinaria pareja de Ortega y su mujer, Rosario Murillo, a los que llama hermanos en sus discursos. Por eso, ellos la apoyaron como candidata por Latinoamérica a la presidencia de la ONU; en esta posición, visitó al Gobierno cubano, que respaldó su elección, como lo hicieron Rusia y China. La señora candidata habla hoy de unión y diálogo en la OEA, cuando, como canciller, junto a su embajador ante la OEA, José Valencia, se opuso a cualquier exhorto –no digamos acción– de este organismo, para que Maduro convocara elecciones libres con observación internacional. El asunto central que ocupa a la OEA es el de la democratización de Venezuela, la liberación de la dictadura perpetua de Maduro. Para ese objetivo, se constituyó el Grupo de Lima; el Ecuador prefirió integrarse al llamado Grupo de Contacto, con Bolivia y Uruguay, lo que carecía de sentido, porque los gobiernos de esos países eran solidarios con Maduro, como lo advertimos múltiples veces; hoy, el Grupo de Contacto ha desaparecido: el de Uruguay tiene un nuevo Gobierno, opuesto a Maduro, y ha anunciado su separación del Grupo de Contacto; el transitorio de Bolivia, también es opuesto al dictador venezolano. El Ecuador ha quedado solo; podría continuar así, aunque más saludable sería su incorporación al Grupo de Lima, donde están sus vecinos que comparten el desgraciado destino de cargar con la emigración del sufrido pueblo venezolano; vecinos con los que comparte problemas de seguridad. América del Sur vive momentos de grave inestabilidad política, que se hicieron evidentes primeramente en Ecuador, donde siguen latentes. Con Espinosa, la ALBA pretende dinamitar la OEA. (O)